EL FEROZ ERA SOLBAKKEN

Cualquiera diría que al vikingo Solbakken le dio un infarto al corazón no hace mucho. El entrenador noruego transmite a sus jugadores su intensidad y sus neuras. Se cabrea, vocifera, se indigna, gesticula, chilla y hasta le queda un último hálito para tener un rifirrafe postrero con Guardiola. ¡El feroz era él y no el Copenhague!

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Ya avisó Pep de lo “terriblemente duro” del partido, y se confirmó. Los daneses estuvieron corriendo y presionando los 92 minutos que duró el choque. Plantearon un partido físico y duro, con una intensidad y una agresividad a prueba de tiqui-taca. Eso unido a la solidez de su medular y lo soldadas que mantienen sus líneas los convirtió en un lobo con piel de cordero. Tampoco debió sorprender a nadie, es lo mismo que hicieron hace dos semanas en el Camp Nou, no se podía esperar otro escenario en la bombonera del Parken. Dos partidos tan bien jugados no pueden ser casualidad, y hacer sufrir tanto al Barça, tampoco.

Todo el buen quehacer de los nórdicos, contrastaba con la imprecisión de los azulgranas. Desenchufados, fallones e inseguros. Xavi y Busquets no tuvieron protagonismo, Iniesta se perdía en regates imposibles, Keita se veía superado en su zona, Villa seguía estrellando balones en los postes y sólo una genialidad del número uno, podía adelantar al Barça en ese partido, gol de Messi, que recogió un rechace y marcó con la diestra a la media hora de juego.

Poco duró la alegría culé, una internada por la izquierda del omnipresente Gronkjaer no la supo atajar Valdés y Claudemir empataba el duelo en el minuto siguiente. Ese cuarto de hora restante fue el único periodo de dominio blaugrana, porque el resto del partido fue un desbarajuste integral, nunca tuvo el control y pudo perder, lo que al final fue un punto valioso. Claro que también pudo ganar si en el último momento un trallazo de Pedro no se hubiese estrellado en la madera. Malditos postes.