domingo, 26 de mayo de 2019

Otro naugrafio del Barça


El FC Barcelona volvió a estrellarse. Tras naufragar hace dos semanas en Liverpool, volvió a hacerlo en la final de la Copa del Rey. Un Valencia hipermotivado y con más ganas de título que los culés se impuso por 2-1 para recibir el trofeo, en el año de su centenario, de manos del Rey Felipe VI.

Los de Valverde murieron en la orilla a pesar de tirar de casta en la segunda mitad, tras un primer acto paupérrimo. Esos primeros 45 minutos infames, similares a los segundos 45 de Anfield, condenaron a un equipo desarbolado, falto de intensidad y rozando el patetismo. El despertar postrero de los azulgranas fue insuficiente. Hincaron las rodillas y abdicaron tras cuatro trofeos coperos consecutivos.
El Barça saltó al césped del Benito Villamarín tocando y tocando, con leves reminiscencias del tiki-taca, pero con Suárez y Dembélé ausentes por lesión los pases sin profundidad se convirtieron en fruslerías de entrenamiento vespertino. Absolutamente inocuos. Messi, ante la ausencia de delanteros, tenía que recibir, regatear y filtrar el pase a… Messi. De locos… El conjunto ché, mientras tanto, iba acercándose a los dominios de Cillessen. Piqué salvó el gol bajo la línea de meta, pero nada se pudo hacer ante un centro venenoso de Gayá a Gameiro, que inauguraba el electrónico.
Diez minutos después llegó el segundo mazazo, esta vez por la banda derecha, Soler superó a Jordi Alba y la puso medida para el cabezazo de Rodrigo. El 2-0 era como una montaña del Himalaya para los culés. Tras la reanudación salió Malcom y revolucionó un tanto el duelo. Estuvo incisivo y le dio otro aire al ataque barcelonista. Messi recortó distancias, tras recoger un testarazo de Lenglet al poste. Y el Barça buscó denodadamente la igualada, sin éxito, pues los valencianistas supieron replegarse, sufrir y aguantar el resultado que les hacía campeones en Sevilla.
El Barcelona cedía el trono al Valencia y cerraba una temporada para hacérsela mirar. Con una título de liga importantísimo, pero con un entrenador que no ha sabido gestionar los dos últimos partidos de relieve, con una dirección deportiva que no trajo un nueve titular, ni tampoco un lateral izquierdo suplente, y con un presidente y una junta que deberán tomar decisiones de enjundia, sin que les tiemble el pulso.

lunes, 20 de mayo de 2019

Poco Barça, mucho Messi en Ipurua


El FC Barcelona empató a dos en el campo del Eibar, finiquitando una liga que ya tenía ganada desde hacía unas jornadas. Fue el típico 2-2 de los azulgranas en la última jornada liguera cuando ya han conseguido el título en jornadas precedentes. Da igual que jueguen en casa o lejos del Camp Nou, la igualada a dos en la jornada 38 empieza a ser una tradición.


El Barça cerró así la que será recordada por la décima liga de Messi, pero amén de que los culés consigan o no el doblete con la final de Copa a una semana vista, probablemente este curso será rememorado por el varapalo de Liverpool. El fúbtol es así de cruel e injusto, a veces.
Valverde trató de realizar un ensayo para la final copera contra el Valencia, pero no cuajó. El equipo fue un coladero en defensa y una pantomima en ataque con Malcom a la cabeza. Solo un Messi triste se salvó de la quema con dos golazos consecutivos a la media hora de juego. Para entonces los eibarreses ya se habían adelantado en el marcador por medio del canterano azulgrana, Cucurella. Cillessen, que sustituía a un lesionado Ter Stegen, dio la nota al fallar en el primero y al cantar al filo del descanso cuando despejó mal un balón y De Blasis lo convertía en el segundo de los armeros.
El segundo acto sobró, puesto que el juego se tornó espeso e incluso perdió el entusiasmo del primero. Lo poco vibrante que hubo lo puso el conjunto local, mientras Messi seguía desplegando su inmensa categoría. Valverde introdujo tres cambios, chavales, todos ellos, que no metieron intensidad al choque, mientras Cucurella a punto estuvo de conseguir el tanto de la victoria, pero su disparo a bocajarro se fue a las nubes.
La conclusión que se puede entresacar es que el Barcelona no puede jugar así si quiere ganar la Copa el sábado próximo. Valverde debe buscar la fórmula, de ello dependerá un nuevo trofeo o quien sabe si su despedida como técnico del Barça.

domingo, 12 de mayo de 2019

Un Barça desolado es suficiente para doblegar al Geta


Triste, abatido y compungido. Así se percibió al FC Barcelona tras permanecer en la retina la sangrante derrota en Anfield. Todo daba vueltas, hasta marearse, en torno a la Champions. El anglicismos resonaba de forma machacante en las cabeza de los jugadores azulgranas. Y todo esto trató de aprovecharlo el equipo revelación de LaLiga, el Getafe, para tratar de hurgar en la herida del campeón. No lo consiguió, un Barça a medio gas derrotó a los madrileños por 2-0. Aún en horas bajas, un poco de Barça es mucho.


El encuentro comenzó flojo en todos los aspectos, incluso desde la grada, donde poco más de 50,000 espectadores seguían el duelo, literal y metafóricamente. Coutinho fue declarado máximo culpable de la irresponsabilidad que cometió el Barcelona en Liverpool, el Estadi se lo premió con silbidos lacerantes. Los de Valverde trotaban sobre el césped más que otra cosa, ritmo lento y pases previsibles conformaban su puesta en escena ante un equipo rocoso y aguerrido como el azulón, que solo bajó los brazos en el pasillo de honor que le hizo al anfitrión como campeón de liga.
Arturo Vidal, el más destacado en este choque, anduvo más listo que los demás e inauguró el marcador en el 39. Duro golpe para los getafenses, cuando todo les sonreía en otros campos. Tras la reanudación se vislumbró una mejora en el juego de los locales. El segundo se resistía por las meritorias intervenciones del meta Soria. Tuvo que ser Messi en un desmarque el que provocase, en el último suspiro, el gol de Arambarri en propia meta, certificando un triunfo final que muy pocos culés celebraron.

miércoles, 8 de mayo de 2019

La irresponsabilidad del Barça en Anfield


Parecía imposible, pero ocurrió. El FC Barcelona volvió a mostrar todas sus miserias en la Champions League. Ya lo hizo la temporada pasada dejándose remontar un 4-1 contra la Roma y se creía que habrían aprendido de aquellos errores, pero no fue así, volvió a arrastrase por el fango un año después. Quedó eliminado por el Liverpool con un contundente 4-0, cuando parecía que tocaba con los dedos la final del Metropolitano, tras el 3-0 del Camp Nou.


Fue inclusive más sangrante porque el conjunto de Klop llegaba al partido tras un duro duelo en la Premier con el Newcastle, mientras Valverde daba descanso a todo el once titular contra el Celta; porque los ingleses llegaban con las bajas de sus delanteros estrella: Salah y Firmino; porque con una media de edad de 30 años no te pueden pintar la cara de esa manera; y además porque en esta ocasión el rival tenía que marcar cuatro goles, cuatro, se dice pronto, para eliminarte. Es, posiblemente, el mayor ridículo de la historia del Barcelona. Una ofensa mayúscula a la brillante trayectoria mundial de este grandioso Club.
De todos era sabido que el partido de vuelta en Inglaterra no iba a ser fácil. Los reds ya demostraron en el Estadi la categoría que les llevó a la final la temporada pasada, fueron mejores que los culés y el resultado fue muy engañoso, pero una cosa es ser superior en distintas fases de un encuentro y otra, muy distinta, que te pasen por encima sin que reacciones. Y es que lo del Barça fue un bloqueo total, un colapso global en todas las líneas. Una vergonzante irresponsabilidad con todo el barcelonismo.
Los goles de Origi, Wijnaldum (dos consecutivos) dejaron tocados a los blaugranas, incapaces de reaccionar ni desde el campo ni desde el banquillo. Fue una dimisión en bloque. Hasta tal punto que con 3-0 en el electrónico llegó el ignominioso cuarto, en un córner en el que nadie miró, en el que Origi clavó una estaca en el corazón de todos los culés del planeta, y en el que todos los fantasmas del pasado se concentraron en ese minuto 78, cuando el Liverpool, Klopp y The Kop mandaban a la lona a un conjunto gigante en el campeonato doméstico, pero timorato y pusilánime cuando sale por Europa. Quizás Ter Stegen no es el mejor portero del mundo, probablemente Jordi Alba con 30 primaveras no merecía cinco años más de contrato, igual Piqué no es el mejor central del momento, ni Busquets el mejor en su posición, a lo mejor Coutinho vale 16 millones en lugar de los 160 que se pagaron por él, acaso Valverde no es el técnico que lleva inherente el ADN azulgrana y tal vez el Barça no merecía estar el 1 de junio en la finalísima del Wanda.

domingo, 5 de mayo de 2019

La segunda unidad no da la talla en Balaídos


Cayó el FC Barcelona en su visita al Celta de Vigo (2-0), algo previsible, con el título de Liga en las vitrinas del Museu, ya que Valverde reservaba a los once titulares para el decisivo partido frente al Liverpool. Lo que no estaba en el guión era que Dembélé se rompiese a los tres minutos de partido, esto trastocaba los planes para este encuentro y para el de Champions.


Con los suplentes y jugadores del Barça B el técnico cacereño minimizaba riesgos innecesarios, pero también ponía en dificultad sacar algo positivo del estadio celtiña. Los locales más necesitados de puntos para asegurar la permanencia fueron superiores a los culés, además se notaba que le ponían más ímpetu a las acciones y eso a la postre se reflejaría en el marcador.
El Celta homenajeó al campeón haciéndole el pasillo protocolario, pero esa fue la única concesión de los Aspas, Maxi Gómez y compañía. Y eso que la medular azulgrana exhibía quilates de precisión con Arthur, Aleñá y Puig, pero aún así se les hacía complejo conectar con una delantera sin brillo, con Boateng es harto difícil generar peligro. Como los celestes tampoco inquietaban en demasía la meta defendía por Cillesen se llegó al descanso con el electrónico inamovible.
Tras la reanudación los de Escribá salieron a por todas. Anotaron un gol, anulado por el VAR por fuera de juego milimétrico, pero ya vislumbraron el camino. Maxi Gómez anotaba acrobáticamente tras centro de Budebouz, y Aspas de penalti rubricaba el merecido triunfo. El Barça daba todo por bueno, menos la lesión de Dembélé.

jueves, 2 de mayo de 2019

Messi es oro puro


El FC Barcelona, de la mano de su megaestrella Lionel Messi, dio un paso de gigante para jugar la final de la Champions al derrotar por 3-0 al Liverpool. Fue en el templo del Camp Nou, ese que Jurgen Klopp no considera como tal, pero que se le cayó encima como una losa de cemento, aplastándolo a él y a sus “reds” en una semifinal que tuvo de todo, incluyendo grandes dosis de fortuna para los culés.


Salió Valverde receloso y conservador, con Vidal en sustitución de Arthur, y Coutinho en lugar de Dembélé. Los ingleses asustaban por su versatilidad y rapidez de movimientos. El marcador final no hace justicia a los merecimientos de los visitantes, que se vuelven a casa con una derrota difícil de digerir. Y es que fueron mejores en muchas fases del encuentro, inclusive ganando la posesión (52%) al Barça, que no la perdía en Champions desde hacía 5 años.
Los azulgranas no se encontraron cómodos en todo el partido, el esférico no circulaba con su habitual velocidad y los visitantes se movían como pez en el agua, con una presión alta, que dificultaba la salida de balón de Rakitic, Busquets y Vidal, y con contras que ponían en aprietos a la zaga barcelonista. Ahora bien el Barça puede estar agazapado y trémulo, pero siempre tiene veneno, lo exhibieron Jordi Alba y Suárez en una conexión vertiginosa para inaugurar el marcador. A los ingleses les hizo pupa y se fueron heridos a los vestuarios.
Tras la reanudación el Liverpool hizo sufrir a los locales, incrementando el ritmo en busca de un gol, que se lo iban a negar, por este orden, Ter Stegen, Rakitic y el poste. El portero alemán fue de los mejores del Barça, frustrando varios remates de los ingleses. El croata sacó un balón de la línea de gol, y posteriormente el incisivo Salah se topó con la madera en un tiro a bocajarro. Previamente Messi ya había demostrado quién es el mejor futbolista de la historia, anotando el segundo a puerta vacía y con un lanzamiento de falta estratosférico, solo al alcance de los elegidos. Desde 29 metros la clavó el líder rosarino por toda la escuadra de Alisson. Rubricando ese valioso 3-0, que a falta del partido de vuelta en Anfield, coloca al FC Barcelona con un pie en la final del Wanda Metropolitano.