
Con cinco defensores en la retaguardia y un central como Pepe por delante de la defensa, Queiroz mostró al mundo su planteamiento amarrategui y vulgar. El despeje de cabeza de los centrales portugueses en el último suspiro de la primera mitad y su choque de manos entre ellos por tamaña acción, definía bien a las claras lo que habían ido a hacer, plantar el airbus bajo la portería y supeditarlo todo a una contra o a una genialidad de Cristiano, pero este estuvo desaparecido todo el encuentro, veía a muchos jugadores culés enfrente y eso le evoca miedos, inseguridad e impotencia. Fue uno más de los pobres recursos que exhibieron los lusos y como siempre que se enfrenta al Barça acabó el partido con las orejas gachas. Entre su humillación y su mal perder, escupió al cámara que se acercaba a filmar la cara de la derrota. Como bien dice Florentino Pérez, representando los valores del madridismo, perdón, del “portugalismo”.
