sábado, 17 de abril de 2010

LA MUTACIÓN DE LOS PERICOS

Ya tenemos aquí la trigésimo tercera jornada de liga, y nos depara un derby catalán, Espanyol-Barça. Ahora menos derby que nunca, pues en la actualidad es un duelo metropolitano, no de la Ciudad Condal.


Culés y periquitos acreditan más de un siglo de rivalidad. El derby es anterior en el tiempo al clásico y esa sana competencia entre los dos clubs de Barcelona ha ido degenerando inexorablemente con el discurrir de los años, sobre todo en los últimos tiempos, propiciado en parte por declaraciones altisonantes de ambos presidentes, y se ha dado paso a una lucha sin cuartel, en la que la envidia blanquiazul por el vecino rico, les hace acometer estas confrontaciones como si les fuese la vida en ello. Cuando a lo que tendrían que aspirar es a seguir siendo un club histórico y no un filial del equipo blanco.


Si ya de por sí, no se necesitarían más que estos alicientes, llega el partido con el añadido del levantamiento de la sanción a Kameni auspiciada por un comité puesto en entredicho, pues permiten jugar a un portero que ha derribado al último jugador y lo ha lesionado para dos meses. Los tentáculos del florentinismo, la caterva cibelesca y el relañato, son alargadísimos.

El FC Barcelona, abstraído de estas circunstancias baladíes, llega con la genuina motivación de defender su legítima primera posición en la liga. Arriba a Cornellá con un Pedro en plan estelar y con un Messi capaz de anotar el sólo más goles que todo el Espanyol junto (27 goles del argentino por 26 de los blanquiazules). Este constatable dato y que Valdés lleva tan sólo 19 goles encajados en esta competición, harían susceptible presuponer un choque desigual, pero esto es un derby, y puede pasar de todo. O casi.

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