Parecía que este Madrid construido a base de talonario podía discutir el dominio del FC Barcelona. Pero no fue así en absoluto. Después de un año y de 300 millones de euros gastados, Florentino y sus huestes siguen subyugados al poderío blaugrana. El Barça ganó ayer por 0 a 2 en el santuario blanco, con una autoridad incontestable, casi irreverente.
Óscar Wilde decía que había puesto todo su genio en la vida y en sus obras había puesto su talento. Esto pareció bastarles anoche a los pupilos de Guardiola, Messi puso toda su genialidad y Xavi todo su talento.
No fue el partido del milenio, lo que nos deparó el duelo. Ni tan siquiera el del siglo. (el del siglo ya sabemos todos cual es, empieza por 2 y acaba por 6). Empezó a rodar el balón con mucho respeto por ambos bandos y con todos dispuestos en 30 metros, más pendientes ambos rivales de deconstruir que de estructurar. Hasta que Xavi, con otra clase magistral, se saltó el guión, dirigió el partido como mariscal en plaza, y se sacó de la chistera una asistencia milimétrica para Messi, que este no desaprovechó para adelantar a los suyos en el marcador.
El Madrid a raíz del gol, se sintió lo que es, un equipo menor frente al Barça, los blancos se tornan en conjunto pequeño frente a los rivales de enjundia. Cristiano se iba haciendo insignificante ante los titanes Piqué y Puyol, y bajo la alargada sombra de Messi. A partir de ahí los culés controlaron el tempo del partido, pase va, pase viene, exaltación del fútbol control y la culminación, otro pase genial de Xavi, que Pedro definió con maestría cruzando el esférico ante Casillas. Partido sentenciado.
Ni los 300 millones, ni las mentiras abazofiadas de “la caterva cibelesca”, ni “el relañato” con sus mentiras rastreras, ni los adláteres florentinianos con sus desagravios, ninguno puede con la sutileza del gran Barça. Su dominio es tan mayúsculo, tan dictatorial, que el futuro se vislumbra espléndido y teñido de azul y grana.
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