PENITENCIA Y PARAÍSO

Tremebundo flagelo el que infringió el Valencia en la primera mitad a un FC Barcelona amedrentado en su propio campo. Una penitencia desmesurada que no se recuerda en los últimos tiempos. El buen planteamiento de Emery condicionó las habilidades innatas del conjunto azulgrana, los “ché” robaban el balón una y otra vez a los culés, que veían un equipo a su imagen y semejanza en el propio Camp Nou. El Barça sin la pelota, no es el Barça, sufría y se desalentaba. Aquello olía a tercer desencanto consecutivo en el Estadi, más aún tras el gol de Pablo Hernández. Ese mal olor pudo desmejorar a hedor, si este mismo jugador hubiese rematado a las mallas el segundo tanto de disparo a bocajarro que salvó un inmenso Valdés. Los engranajes de la maquinaria blaugrana no carburaban y no había noticias de Messi. El argentino fue una sombra de lo que es, y estuvo desaparecido durante los 90 minutos. Irreconocible.

En la reanudación Guardiola cambió el guión, reubicó a sus pupilos en dos líneas de cuatro, con Messi e Iniesta arriba. Y funcionó. La reacción fue inminente. Bueno, eso y que el catedrático Xavi y Don Andrés, son dos jugadores mayúsculos, capaces de destrozar una defensa de siete jugadores, con una vertiginosa arrancada pletórica de clase, milimétrica pared mediante y una precisa definición ajustada al palo. Todo el excelso trabajo de los valencianistas se vino abajo en dos minutos. Todavía le faltaba a Xavi dar otra lección más antes de abandonar el rectángulo de juego con molestias, con un medido centro a la cabeza de “Tarzán” Puyol, que este agradeció con un testarazo impecable, para dejar el definitivo 2-1 en el marcador y retornar al paraíso.