Desde hace varios meses el Cavallino Rampante agitaba sus alas con sigilo, al igual que Morfeo, para atraer a Alonso a sus lares. Simbiosis perfecta del mejor piloto y la mejor escudería, todo el mundo se frota las manos.
Los sueños del asturiano pasaban por pilotar un coche rosso de Ferrari las próximas temporadas. Para que esto se produjese, había que despertar de los suyos a hombre-de-hielo Raikkonen, que tenía contrato en vigor. En ese desembarco, anunciado ha tendido la mano, Emilio Botín y su macrobanco, haciendo sponsor y patrocinios varios a la escudería italiana.
Se podría creer que Botín, es un enamorado de la Fórmula 1, y que su patriotismo le lleva a colocar a un español en el imperio de Montezemolo, pero es más factible pensar, que todo es una operación de marketing similar a la que consiguió que la entidad multiplicase por cinco la inversión en términos publicitarios, cuando, tras su patrocinio a McLaren, fue conocida por el 80% del público del Reino Unido.
Ahora se trata de una estrategia expansiva en otros mercados, probablemente, asiáticos, latinoamericanos,... ¿a quién le importa? Que más da si son 200 millones de euros para los coches rojos de Maranello y 25 para Fernando. ¿Acaso alguien padeció insomnio porque el banco diese 96 millones al Madrid para el fichaje de Cristiano?
En la sociedad hedonista en la que vivimos, a quién le preocupan las cifras desproporcionadas, el incesante paro, los ratios de endeudamiento, los ebitdas negativos... Lo idílico es que se permita a los mortales huir por un momento de las maquinaciones de los dioses. Lo importante es que, cualesquiera que sean, cada uno cumpla sus objetivos, por muy oníricos que estos sean.
Y los de Fernando Alonso, se han hecho realidad por “El sueño de Morfeo”.
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