Messi ninguneado, Palermo aclamado. Esta es la situación en Argentina. El mundo al revés. Tienen al mejor jugador del mundo, al próximo balón de oro, al delantero más determinante del planeta fútbol. Y lo cuestionan. Vamos, para mear y no echar gota.
Olvidan que Leo acude al canto de las sirenas en cuanto suena una nota del himno nacional, que se despoja de la casaca azulgrana para vestirse con zamarra albiceleste y capa argentina, cual superman de la Pampa e ir volando al rescate de su país. ¿Cuántas veces renunció al Barça por Argentina?. Qué frágil es la memoria de algunos.
Cuánta ingratitud y cuánta boludez. La culpa no es de Messi, el sigue gambeteando y driblando sobre cualquier patatal. Quizás la selección argentina ya no es la campeona del mundo de otros tiempos y sólo es el equipo capaz de vencer al colista Perú, por la mínima, en el descuento y con gol en fuera de juego. Una banda desafinada, sin calidad, ni organización alguna, mal dirigida por el otrora grandísimo jugador que se hace pasar por seleccionador y que simula entrenarlos.
No hay nadie que le haga llegar balones en condiciones a Lionel, o baja a buscarlos o recibe melones. Además lo enviáis a la guerra contra Uruguay, que ya anuncia leña antes de jugar. Despiadados profanos, “el messías” os redimirá para Sudáfrica.
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