Eché en falta un galardón al mejor entrenador del año, obviamente se lo habría llevado Guardiola de largo y sin discusión, a no ser que se hubiesen sacado de la manga un premio al mejor coach inventando tácticas para perder, entonces se lo habría llevado Hugo Sánchez. Si bien Pep se sintió premiado a buen seguro, sólo sus lágrimas tras la consecución del Mundial de Clubes, lo dicen todo, la recompensa a un trabajo bien hecho no pudo ser mayor, la liberación de la presión soportada, el sentimiento blaugrana definido, además vio como sus pupilos recogían ayer en Zurich la mayoría de los reconocimientos al bloque y por ende un homenaje al míster culé.
Otro trofeo menor que se sacaron de la manga, fue el del mejor gol, regalado a Cristiano cuando el de Iniesta, por dificultad y trascendencia, era bastante mejor. Por cierto, esta concesión, me retrotrajo a mi época baloncestística del instituto, cuando había regalo al máximo anotador, y como un servidor lo iba a ganar de calle, en detrimento del organizador, pues este se sacó de la chistera el premio “a la mejor canasta”. Pues lo del mejor gol de la FIFA, va en esa línea. Que Messi y el Barça se llevan todo, pues vamos a inventar y dar a otro el mejor gol. Ellos mismos.
En fin, reconduciendo el tema, que parecía más necesario crear una condecoración al mejor entrenador, donde por unanimidad el ganador sería Pep Guardiola, un pleno de seis títulos de seis posibles, lo garantizaba de por sí, pero es que además, el preparador culé representa una serie de valores que dignifican al fútbol, el buen juego, la elegancia del organigrama, el esfuerzo colectivo, la plasticidad de su táctica, el respeto a los rivales. Un ejemplo a seguir. Inimitable e insuperable, pero un ejemplo a seguir.
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