Desaparecidos en combate

Irreconocible FC Barcelona el que jugó anoche en Cornellà-El Prat contra el Espanyol. Y no sólo por el negro de la camiseta, sino por el juego gris que desplegó en el derbi catalán. Indolente, apático, comodón, tibio, contemplativo, en definitiva, no lo reconoció ni la madre que lo parió, esto es, Guardiola. Hasta el mejor jugador del planeta, Leo Messi, pareció un futbolista del montón, entre tanta displicencia.

Al que sí que se reconoció a la perfección fue al aguerrido conjunto de Pochettino. Como es costumbre cuando se enfrenta al Barça, salieron a morder, como si les fuese la vida en ello, y con una presión asfixiante en todo el campo, desconectaron al equipo azulgrana. De nada sirvió que sobre el césped estuviesen tres o cuatro de los mejores peloteros del mundo, los periquitos desactivaron la máquina de fútbol blaugrana, con más entrega que acierto, ofreciendo un sobreesfuerzo que no se le vio a su rival en todo el derbi, salvo en los cinco minutos finales, cuando Álvaro había igualado la contienda.

El gol de Cesc que hacía en número cien de los culés en esta temporada no sirvió para obtener los tres puntos, y lo aleja a cinco del Madrid, el sólido líder. Personalizar el mal encuentro de los culés, en un desconocido Messi, en un desdibujado Xavi, o en la torpeza de Alexis, no sería correcto, cuando todo el engranaje estuvo oxidado. Eso sí, el penalti que Turienzo no vio o no quiso ver, en la prolongación, con paradón incluido del defensa Raúl Rodríguez, sí que fue decisivo, a pesar del flojo partido de los visitantes, otro árbitro que se encargó de quitar dos puntos más al Barça. Y esto los de la caterva cibelesca y los del relañato, no le darán tanta relevancia como si fuese en contra del equipo blanco que les paga.