El Barça sienta cátedra en Milán

De la mano de un Xavi magistral, el FC Barcelona se impuso con autoridad incontestable a un Milan aguerrido y experto en estas lides, pero a años-luz del juego de los azulgranas. Lo ajustado del marcador (2-3) enmascara las enormes disimilitudes futbolísticas existentes entre uno y otros. La verticalidad sobrecogedora del Barça y la ocupación de los espacios, con una superpoblada medular, dieron al traste con las esperanzas locales de acabar primeros de grupo.

Con unas asociaciones maquinales, susceptibles de ser estudiadas en todas las escuelas balompédicas, los de Guardiola aturdieron a los rossoneri durante los 90 minutos. Estos tuvieron los ramalazos propios de un gran campeón y con un par de destellos, consiguieron equilibrar la balanza en dos ocasiones, mediante Ibra y Boateng.

Se sufrió más de la cuenta en defensa, sorprendiendo la ausencia de Piqué en el once titular. Pep dispuso una línea de tres en la retaguardia, que dio más de un susto a los aficionados culés. La idea no era mala, ante la ausencia de Alves por acumulación de tarjetas, pero no salió bien e hizo padecer de lo lindo a más de uno, cuando no era necesario, con ese dominio tan abrumador.

El Barça, dado el prestigio del contrincante, del envite y del marco en que se desarrollaba el evento, contestó a la altura de las circunstancias. A pesar de la exigencia que le demandó el decadente equipo lombardo. No obstante, la clase de algunas figuras milanistas resurgió ante la visita del mejor equipo del continente, así los Seedorf, Ibrahimovic y compañía, dejaron destellos de su inherente calidad, a todas luces perecedera.

Xavi, con una conducción antológica, llevó la manija de los suyos. No contento con ello, estuvo presente en los tres goles barcelonistas, en el primero, molestando lo justo a Van Bommel, para que el holandés empujase el balón en propia meta, tras el centro envenenado del omnipresente Keita. En el segundo, provocando el penalti, que transformaría Messi. Y poniendo la guinda en el tercero, marcando tras pase al hueco del argentino entre una nube de contrarios. El tanto que suponía la victoria en San Siro, donde el Milan no perdía desde hacía casi un año, dejaba la impronta blaugrana y a su vez, asestaba un golpe de autoridad del actual campeón de Europa.