Salvo lo más importante, los tres puntos en liza que se trajo el FC Barcelona para casa, lo demás fue una nada absoluta. Un juego desdibujado sobre un césped en malas condiciones, un Messi desacertado en la definición, un Barça atascado en su fútbol, unos delanteros sin movilidad, una medular estática, una lesión más, en este caso cedió el tobillo de Pedro. Por salvar algo, el debut del canterano Cuenca, que puso buena voluntad, ciertas dosis de descaro y aceptables maneras.
El Granada agazapado atrás, puso el autobús tratando de imitar al Sevilla, sus intenciones defensivas ya se vieron antes de comenzar el duelo, cuando Geijo, el único delantero incisivo del conjunto andaluz, se quedaba calentando banquillo. Guardiola sorprendía una vez más haciendo debutar al chaval Cuenca en detrimento de Villa. Tampoco Iniesta fue de la partida, un difuminado Cesc ocupó su puesto.
Los azulgranas dominaban al conjunto de Fabri, que había replegado a los granadinos en su parcela y que maquinalmente se introdujeron casi en su área debido al empuje de los visitantes. El desacierto de estos propiciaba un devenir incierto, hasta que Xavi, en un lanzamiento de falta, acarició el cuero para colocarlo ajustado al palo del portero y marcó el que a lo postre sería el único tanto del encuentro. Magistral disparo del egarense que valió tres puntos.
En la reanudación se acrecentó el atasco en las combinaciones azulgranas. Ello a pesar de que los rojiblancos se quedaron con un menos tras la expulsión de Romero, por propinar una patada en la cara a Maxwell. El Barça en superioridad numérica ni quiso, ni pudo anotar el gol de la sentencia y se diluyó como un azucarillo, aderezado por la intrínseca torrija mental de todo el equipo. Faltó frescura, celeridad y pegada. El golazo de Xavi, que supuso la victoria, fue un oasis en el desierto de Granada, donde no hubo nada de nada.