RAÚL SE VA DE CASA

Lo procedente, tras la marcha de Raúl González al Shalke 04, sería escribir un artículo sobre la salida/empujón del delantero blanco, en el que primase la loa y la alabanza, pero no me sale de dentro. Supongo que muchos “raulistas” serán susceptibles de hacer una despedida más sentida, tras sus 16 años en el primer equipo. A mí no me sale. Ha sido un grande de la casa blanca por su actitud encomiable, si bien a veces con su persona se ha rozado la mitomanía patológica. Pero los culés con memoria selectiva, no nos quedaremos con sus goles, la mayoría de ellos antiestéticos y triviales, ni con su casta, mantendremos en nuestras retinas su dedo índice en la boca, mandando callar al Camp Nou. Reprochable e inaceptable.

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Y digo que no me sale de dentro, porque quizás no sea lo que se merece dada su brillante trayectoria futbolística, engalanada por estratosféricas cifras de goles y partidos, y adornada por sus numerosos títulos. Nadie va a descubrir a Raúl a estas alturas. Ahora, en su despedida, todos son halagos y flores, pero no es menos cierto que como jugador siempre fue técnicamente limitado, con grandes dosis de lucha y pundonor, pero muy limitado. Eso sí, un icono de la prensa mediática centralista, que lo ha defendido y lo sigue defendiendo a capa y espada, que en el último lustro ha evidenciado su declive con más raza que buen fútbol, con más carreras que goles y con más dosis de banquillo que de titularidad. Lo cual no le impidió seguir ocupando portadas al menor atisbo de mejoría o después de cada gol marcado.

En su largo historial de trofeos queda el borrón de la falta de títulos internacionales de prestigio, como la Eurocopa o el Mundial, trofeos que La Roja tiene en su haber posiblemente gracias a su no convocatoria. De ello habrá que estarle eternamente agradecido a Luis Aragonés, que contra carros y carretas no cedió a la presión popular y no lo seleccionó para la Euro de 2008 de Austria y Suiza.

Al Madrid le ha dado tanto como le ha perjudicado, pues su presencia en los últimos años ha frenado, una y otra vez, la renovación de la delantera merengue. Ha vivido en una nube de adulación, que le ha impedido ver que una retirada a tiempo lo habría convertido en un mito aún más grande de lo que ya es para todo el madridismo. Amén de erosionar el prestigio que ha acumulado entre los madridistas no fanáticos.

La otra salida/patada del Bernabéu ha sido la intrascendente de Guti, que además queda oscurecida con la salida/empujón de Raúl. El simbolismo y la profesionalidad, del siete blanco, ganados a pulso para el club de Concha Espina, sí merecen esta vez una última portada.