LA ROJA YA ES ETERNA

El 11 de Julio de 2010 es una fecha que quedará grabada para siempre en nuestras memorias, ese día España ganó su primera Copa del Mundo en el Soccer Citty de Johannesburgo. Se impuso en la prórroga a Holanda por 1 a 0, en el minuto 116 con golazo de Iniesta, que el día anterior habría prometido hacernos felices, lo cumplió. Ese día ganó el mejor de todos los participantes de esta fase final de Sudáfrica. Ganó el fútbol bello contra el mezquino, ganó el romanticismo español a la chabacanería neerlandesa. Y se proclamó campeona con la cifra de goles más baja de la historia: 8 goles, marcados por sólo tres jugadores: Villa, Puyol e Iniesta, los tres del Barça, un equipo el blaugrana que ha trasladado indefectiblemente sus señas de identidad a esta gran selección.

Empezó La Roja como nos tiene acostumbrados, con su fútbol asociativo y de “jogo bonito” llegando a poner en apuros la meta rival, pero sólo duró un cuarto de hora, los holandeses empezaron a dar patadas y a exponer sus artimañas barriobajeras, con entradas de roja a Iniesta y a Xabi Alonso que se llevó una patada de kárate en pleno tórax. Sólo fueron amarillas para el inglés Howard Webb, un mal árbitro, que además nos desesperó con su cobardía, permitió la dureza de los “oranjes” y no tuvo valor para expulsar a ninguno de ellos hasta la segunda parte de la prórroga.

Los integrantes de aquella “Naranja mecánica” del 74 y 78, la del fútbol total, los Cruyff, Neeskens, Krol y compañía, debieron sentir vergüenza de su propia selección, incapaz de tener la pelota y repartiendo leña a diestro y siniestro, y encima protestando los 120 minutos del partido. Les deshonraron con sus malas artes de matones, fue un agravio comparativo en toda regla. En cuanto a cetros mundialistas, el “iniestazo” envió a los tulipanes a seguir criando malvas.

Pero ahora ya poco importa todo eso, se hizo justicia y todos nos echamos a las calles, a las plazas, a las fuentes, todos enarbolando nuestras banderas, unidos por un sentimiento, el de nuestra Selección, que nos ha aunado como nunca. El memorable golazo de Iniesta nos hizo llorar de alegría, una alegría desbordante que se fusionó con las lágrimas de Casillas en solitario, su posterior abrazo con Valdés, y un cúmulo de emociones que nos hicieron vibrar colectivamente con esta inolvidable final. Arriba La Roja.