Nunca
pensé que escribiría un titular como este, a sabiendas de que
siempre ha sido a la inversa. De toda la vida a los rivales se les ha
hecho enorme el Camp Nou y el FC Barcelona con su juego
de toque y posesión ha conseguido que el equipo visitante acabase
pidiendo la hora. A día de hoy las tornas han cambiado y a los culés
se les hace cuesta arriba el césped del Estadi.
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Este
hecho fue patente y notorio contra el Betis, cuando los andaluces
dieron un repaso a los azulgranas, endosándoles cuatro chicharros,
pero pudiendo haber metido ocho. No es menos cierto que se percibió algo infrecuente cuando el Girona y el Athletic Club visitaron Barcelona. Ambos
sacaron un empate, pero más bien se diría que el Barça fue el que
salvó un punto en esos duelos, ya que los de Valverde fueron a
remolque y dieron gracias mil por las tablas al final de esos partidos.
Solo el Huesca, que se llevó 8 goles, y el Madrid que recibió una
manita, no plantaron cara en la Ciudad Condal.
Las
razones podríamos buscarles en una plantilla un tanto envejecida,
con varios jugadores que sobrepasan la treintena o la bordean, o
jugadores que están fundidos, como Rakitic, el otrora pulmón del
equipo, o Piqué, que no acaba de coger el estado físico óptimo.
Tampoco Coutinho y Dembélé, los flamantes fichajes, están dando el
rendimiento que se espera de sus desorbitados precios. Todo ello
devenga en una ausencia de presión conjunta y lagunas en la ocupación de los
espacios de manera coordinada, que afecta indefectiblemente al refinado engranaje de los blaugranas. Esperemos que se corrijan estas y otras
cuestiones internas en las próximas fechas, si es que se quiere seguir liderando la Liga y avanzando rondas en la Champions League.
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