El
FC Barcelona volvió a humillar al Madrid, al que derrotó en la final
de la Supercopa de España por un contundente 2-5. Emergió de nuevo el Barça contundente
de los primeros meses de esta temporada, arrasando a un Madrid endeble y
timorato. Los azulgranas le endosaron una manita y volvieron a tratar como un
pelele al eterno rival, como ya lo hicieran hace escasas fechas en el Bernabéu,
con otro resultado vergonzante para los merengues (0-4). Ya desde el inicio se
vio a un Barcelona exuberante y con poderío, y a un Madrid miedoso e impreciso.
Los de Flick tuvieron tres ocasiones nada más comenzar el clásico. Los
blancos agazapados en torno a Courtouis esperaba salidas a la contra. Así
llegó el primer gol, galopada de Mbappé y gol ante la salida de Szczesny.
Se las prometían muy felices los madridistas, sin vislumbrar lo que se les
venía encima.
El
tarro de las esencias lo destapó Lamine Yamal, con una conducción en
carrera y una definición con pase a la red, que recordó al mejor Leo Messi.
Era el 1-1 y quedaba un mundo por delante. La patada flagrante de Camavinga
en el muslo de Gavi, no la vio Gil Manzano, menos mal que sí la
vio el VAR. Lewandowski transformaba el penalti y adelantaba al Barça.
El Madrid hacía aguas, algunos jugadores blancos no daban la talla. Ancelotti
debía estar preocupado cuando veía cabalgadas de Valverde para tapar los
agujeros en la zaga. Toda la defensa era un coladero y la medular
intrascendente. El Madrid se desangraba y el Barça dominaba a placer, con un Pedri
imperial, dominando el tempo del partido a su antojo. Un centro espectacular de
Koundé lo cazó Raphinha para anotar el tercero de inmejorable testarazo.
En el último suspiro de la primera parte los blancos lanzaron un “gilicorner”
que propiciaba una contra vertiginosa del Barça, culminada por Balde con
un tiro cruzado. Con el 4-1 se llegó al descanso.
Tras
la reanudación el Barça volvió a percutir con otro golazo de Raphinha, que desnudó
a los centrales del Madrid. Rudiger y Tchoumeny todavía le están
buscando, tras el baile que les pegó el brasileño. Posiblemente el jugador más
en forma del mundo. Ese tanto representaba el hundimiento para los blancos, un baño en toda regla, y
una goleada mítica en ciernes. Pero llegó la roja a Szczesny y todos, de
un bando y de otro, nos quedamos con las ganas de saber qué meneo histórico habría metido el Barça al Madrid, si el portero polaco no hubiese salido a por
uvas. De esa falta llegó el tanto de Rodrigo. Y con 35 minutos más
alargue el conjunto madridista no pudo meterle ni un solo gol a un Barcelona
con 10. Otro signo claro de la impotencia merengue ante el entramado de Flick.
Ni con la ayuda arbitral que perdonó la segunda amarilla a Camavinga y a
Vinicius fue capaz el Madrid de meter miedo al Barça. Un Barcelona que se
proclamó campeón de la Supercopa en Arabia con total merecimiento, dada su
superioridad aplastante sobre un Madrid muy pobre y sin ideas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario