Partido
vibrante y de alternativas varias el disputado en la sobremesa del sábado entre
el FC Barcelona y el Celta, con 4-3 final para el líder, marcando
el gol de la victoria en el minuto 98 y de penalti justo. Y eso que en a falta
de 25 minutos para la conclusión los locales perdían por 1-3 y la modorra
vespertina hacía prever una derrota en el Lluís Companys, pero un último arreón
de rabia de los culés puso a los vigueses en su sitio. Dejó Flick a Lamine
Yamal en el banquillo, dadas sus últimas actuaciones tirando a flojas, y puso
en su lugar a Ferrán Torres. El delantero valenciano se fabricó el solito el
primer gol, con una conducción en oblicuo y un disparo cruzado desde la
frontal. Pintaba bien la tarde para los azulgranas, pero no contaban con las
cantadas en cascada de Szczesny, de Frenkie de Jong y de los
centrales, que permitieron a Borja Iglesias anotar el primer hat-trick
de su carrera y casi llevarlo en volandas hacia la internacionalidad.
El
tercero de Borja ya fue el colmo, que un tanque como él se marche en velocidad
desde el centro del campo. Ese 1-3 parecía demoledor para un Barça que venía de
dos malos partidos ante Leganés y Borussia Dortmund. Solo lo
parecía, ya que resurgió como el ave fénix, de la mano de los cambios. Saltaron
al campo Lamine y Dani Olmo, y este acortó distancias de tiro cruzado,
tras pase filtrado de Raphinha. El propio brasileño empataba el duelo, cuatro
minutos después, de cabeza y tras centro medido de Lamine. El conjunto celeste
volvió a su coherencia defensiva, ya no dejó espacios e inclusive buscó el tanto
de la victoria, estando a punto de lograrlo, pero sería el Barça el que se
llevase el gato al agua, tras un penalti clarísimo sobre Olmo, que tuvo que indicar
el VAR. Y transformar Raphinha, puesto que Lewandowski se había marchado
lesionado unos minutos antes. El estadio, a rebosar por las vacaciones de Semana
Santa, vivió con pasión y delirio desmedido este gol que significaba el triunfo
y los tres puntos para mantener la distancia con el Madrid.
Destacar
el mal perder de Iago Aspas, que salió en los últimos minutos para hacer
el ridículo y pamemas varias, y del entrenador Giráldez, que no se sabe a
ciencia cierta que le pareció mal del arbitraje, y dice muy poco de un técnico que
no ha empatado con nadie, y que, tras exhibir un notable planteamiento de
partido, tuvo poca categoría en la derrota. Y por parte local resaltar el
pundonor culé para remontar de forma épica, y las prestaciones de los que
salieron del banquillo: Lamine y Olmo, que llevaron en volandas al triunfo
final.

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