Minuto 63 de partido, se mantienen las tablas en el marcador, pase al hueco magistral de Iniesta, la prolonga Xavi de medio taconazo, remata Villa, uuuyyyy, vuelve a chutar el Guaje y goooool, goooooool, se perfora por fin la portería de Eduardo. Volvió La Roja, cuando más falta hacía, resurgió con sus intrínsecas señas de identidad, venció por un gol a cero a los “portugallitos”, menos portu y más gallitos que nunca, que se lo tenían muy creído con sus portadas de prensa provocadoras y con su portería imbatida. Imbatida hasta que llegó David Villa, el azulgrana ya es “pichichi” del torneo, empatado con Higuaín y Vittek.
Tuvo que ser en octavos, cuando el choque es a vida o muerte, en el duelo ibérico, cuando La Roja dejase su “abosquesamiento”, su juego apagado y espeso, que languidecía por momentos, para dar un golpe de autoridad en Sudáfrica, y volver a retomar la senda del buen juego y del favoritismo. Ganó el equipo que más lo buscó, los de Del Bosque recuperaron el fútbol de toque y lo hicieron ante una selección menor, apocada y rácana. Me recordó, salvando las distancias, al Barça contra el Inter de Mourinho, pero esta vez el romanticismo se impuso al fútbol cobarde.
Con cinco defensores en la retaguardia y un central como Pepe por delante de la defensa, Queiroz mostró al mundo su planteamiento amarrategui y vulgar. El despeje de cabeza de los centrales portugueses en el último suspiro de la primera mitad y su choque de manos entre ellos por tamaña acción, definía bien a las claras lo que habían ido a hacer, plantar el airbus bajo la portería y supeditarlo todo a una contra o a una genialidad de Cristiano, pero este estuvo desaparecido todo el encuentro, veía a muchos jugadores culés enfrente y eso le evoca miedos, inseguridad e impotencia. Fue uno más de los pobres recursos que exhibieron los lusos y como siempre que se enfrenta al Barça acabó el partido con las orejas gachas. Entre su humillación y su mal perder, escupió al cámara que se acercaba a filmar la cara de la derrota. Como bien dice Florentino Pérez, representando los valores del madridismo, perdón, del “portugalismo”.
Volvió el gran Xavi -elegido MVP del partido- a comandar las operaciones. Muy bien Llorente – no paraba de insistir mi amigo Antonio-. Y tenía razón, el vasco mejoró las prestaciones de un predecible Torres y ofreció alternativas y peligrosidad a partes iguales. Ya espera en cuartos Paraguay, que se impuso en la tanda de penaltis a Japón. Fantástica la actuación de Sudamérica que ha colocado a cuatro representantes entre los ocho mejores del Mundial. El sábado otra batalla. Arriba La Roja.
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