Cree el ladrón que son todos de su condición

Tras la conclusión del clásico Barça-Madrid, colean y mucho las declaraciones altisonantes del Pepe I “El Despreciable”. Este sujeto se atrevió a declarar, tras el penalti que le hace a Iniesta, que “los azulgranas son muy teatreros”.

Lo va a decir él, que se revuelca por el suelo cuando no le tocan y mira de reojo a ver si el colegiado ha sacado la tarjeta. Lo va a decir este individuo miserable, tirando a muy miserable, que con sus actitudes degeneradas ha ido sembrando el fútbol español de incidentes barriobajeros. Todos ellos alentados por sus secuaces.

Le respondió Tito Vilanova, alegando que se podría hacer un vídeo con las patadas del defensa luso. Se quedó corto el entrenador culé, daría para grabar una serie, y todavía iría por la cuarta temporada.

Ninguna retina podrá olvidar su agresión salvaje a Casquero del Getafe, o a Lisandro del Lyon, por no hablar del más reciente pisotón en la mano de Messi, cuando el rosarino estaba en el suelo, para luego salir en la televisión de su club diciendo, con cara de terrorista arrepentido, que “fue un acto involuntario”, cuando todo el planeta vio que buscaba la mano del argentino, que cambiaba el paso, para acabar pisándolo con alevosía y con una mala baba indigna en este deporte. No pasará a la historia por sus limitaciones futbolísticas, ni porque el Madrid malgastase 30 millones de euros en su fichaje, sino por sus violentas entradas y sus enajenaciones mentales transitorias.

Pepe I “El Despreciable” pasará a los anales balompédicos por ser el individuo deshonesto que pisó al mejor jugador del planeta, y por ensuciar el espectáculo del fútbol con su vileza y sus malas artes. Y es que en este bello deporte no tiene cabida la escoria abazofiada que lo desprestigia, porque los mitos cambian, pero los malnacidos son siempre los mismos.