El
que la sigue la consigue. El FC Barcelona por fin ganó -dicen
que no hay quinto malo- en el mítico Old Trafford (0-1) y dio
un gran paso para convertirse en semifinalista de la Champions
League. Fue con un autogol de Shaw en un partido que no
fue para tirar cohetes, por lo tranquilo y por la escasez de
ocasiones por parte de unos y de otros. El Manchester United
no probó a Ter Stegen y
De Gea solo tuvo que sacar el pie una vez para desviar un disparo
envenenado del brasileño Philippe Coutinho.
El
Barça dominó el esférico de cabo a rabo. Hubo exceso de control
por su parte, pero como afirmaba Cruyff, tener la pelota es la
mejor forma de defender, porque así no la tiene el contrario. El
único gol llegó a los 12 minutos de juego, cuando Messi se
desmarcó por la izquierda y casi de espaldas le puso un centro
medido a Luis Suárez, que con poco ángulo y con un roce
mínimo en la espalda de Shaw se coló en la meta de los diablos
rojos. Ahí se puede decir que el duelo languideció, porque los
locales, por los temores a las contras azulgranas, no se revolvieron
en busca del empate, ni los azulgranas cometieron excesos en ataque,
contemporizaron, y jugaron con la ventaja que te da un tanto anotado
fuera de casa.
Ante
todo este discreto panorama los que destacaron fueron Gerard
Piqué, que ejerció de comandante, sin perder una pelota y sin
cometer una triste falta, dando una solidez inexpugnable, que valió
para dejar la portería a cero; y negativamente otro zaguero,
Smalling, que estando Messi de espaldas le pegó una tarascada
miserable y un manotazo cobarde, que dejaron al argentino sangrando
abundantemente y con el tabique nasal tocado. Por lo demás a Lukaku
y a
Rashford ni se les vio, y la medular inglesa no asusta -Pogba
está muy solo-, por lo que el partido del Camp Nou debería
refrendar el pase a las "semis" y acercar al Barça a la final del
Wanda Metropolitano.
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