El
FC Barcelona derrotó al Tottenham (2-4) en el mítico estadio de
Wembley. Y lo hizo con un despliegue
de entrega y de fútbol total. Ambas escenificadas por el mejor jugador de la
historia, Lionel Messi, que exhibió
galones en este templo balompédico y se puso el mono de trabajo desde el pitido
inicial. Corrió como un poseso, como no se le recordaba, contagiando a sus
compañeros y liderando una victoria épica en la cuna del fútbol.
No
se recuerda un liderazgo igual al de Messi desde los tiempos de Cruyff. El
astro argentino ha dicho que va a por la Champions.
¡Y vaya que si va! Acabó sin resuello tras presionar a la zaga londinense
durante 97 minutos, distribuyó con mucho criterio esféricos a diestro y
siniestro, sus pases filtrados fueron una pesadilla para los de Pochetino, relanzó todas las ofensivas
habidas y por haber, envío dos tiros a los palos, y por si esto fuera poco, que
ya era de 10, anotó dos goles que resultaron decisivos a la postre.
La
mejor versión del rosarino fue indispensable para derrotar a los rocosos
ingleses, que no dieron su brazo a torcer nunca, ni con 0-1 (obra de Coutinho), ni con el 0-2 (espectacular
volea de Rakitic desde fuera del
área), ni tan siquiera con el 1-3 se rindieron. Tuvo que ser Leo el que los mandase
a la lona en el 89 con su doblete. Anteriormente la medular culé, conformada
por Busquets, Rakitic y Arthur, había estado impartiendo una clase magistral,
con un inconmensurable Arthur que se
doctoró en el mejor escenario posible.
El
lunar volvió a estar en la defensa, donde no paran de encajarse goles y de
concederse ocasiones, como las que tuvieron y aprovecharon Kane y Lamela. Eso sí,
el Barça recobró la senda de la victoria de la mejor de las maneras: con
fútbol, goles, sacrificio y talento a raudales.
Qué maravilla ver jugar al mejor jugador de la historia.
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