El
FC Barcelona gris volvió a dar la de
arena y empató en el campo del Valencia
CF (1-1). El efecto Wembley, tras
la exhibición azulgrana allí acontecida, se evaporó en tan solo un minuto, el
tiempo que tardó la zaga azulgrana en mostrar la enésima torrija de la campaña.
Fue en el primer córner del duelo, entre que uno la peinó, el otro la despeinó
y un tercero no se coscó, pues Garay,
que pasaba por ahí, solo tuvo que empujar una pelota que transitaba por la
línea de gol. Tocaba remar contra corriente.
Si
se hace abstracción del choque contra el Tottenham
al Barça le han marcado primero en los últimos cinco encuentros, y eso es
susceptible de hacérselo mirar. Un equipo que aspira a todo no puede estar con ese
comportamiento melifluo partido tras partido. Para ganar títulos hay que ser
fuertes en defensa, tener una zaga contundente y coordinada. O eso y/o tener al
mejor del mundo: Leo Messi. A esto
último se aferró el conjunto de Valverde
para igualar la contienda en el minuto 23. Tuvo que tirar de todo su repertorio
el astro argentino: regate, túnel, triangulación con Suárez, y zurdazo ajustado al palo derecho de Neto. Si bien eso fue
todo lo que veríamos del ataque culé hasta el final.
Tras
el paso por los vestuarios todo siguió igual. Alguna contra del Valencia, mucho
control del esférico por parte de la medular blaugrana y pocos sustos para
ambos porteros. Suárez, en su línea, estuvo espeso al máximo, Coutinho anduvo perdido/dormido por
Mestalla y Messi acusó el sobreesfuerzo de Londres. Y con todo “el Txingurri”
no movió el banquillo hasta el último suspiro. Dembélé y Rafinha no
llegaron ni a entrar en calor. El empate final hace justicia a lo visto sobre
el terrero, ambos acusaron el cansancio tras la Champions y lo dieron por bueno. El líder dejó de serlo en favor
del Sevilla. Y ese liderato se
dirimirá la próxima jornada en el Camp
Nou en un FC Barcelona-Sevilla.
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