El monólogo de los jugadores de Guardiola fue brillante, pleno de una frescura que hace tiempo no se exhibía. El descanso entre semana, por la presencia de los no habituales en el partido de Copa, fue mano de santo. La inyección extra de oxígeno dio alas a este Barça “de pretemporada”. Por si fuera poco, Villa hizo olvidar supuestas ansiedades y respondió con dos golazos de auténtico crack a los mensajes de algún que otro bocachanclas.
Javi Varas, guardameta sevillista, había anunciado antes del choque que si le encaraba Messi, sólo le quedaba rezar. Ni eso le valió al portero eventual del equipo andaluz. Leo le batió dos veces y el asturiano recuperado para la causa otras dos. Entre medias, un gol de pillo de Alves que no celebró por tratarse de su exequipo. La táctica dispuesta por Manzano no sirvió de nada, ante un Barcelona que salió con su once de gala a comerse el mundo.
Esta fue una de las situaciones novedosas, esa intensidad cerca del área rival en todos los aspectos del juego. No la veíamos prácticamente desde la temporada del triplete, cuando Eto’o ahogaba a los rivales. También se cerró un partido pronto, como hace unos cuantos que no se hacía y no sólo eso, sino que además volvió la contundencia y el acierto de cara a portería. En definitiva, inmejorables sensaciones que presagian lo que todos los culés esperábamos, que el gran Barça está de vuelta.