El
FC Barcelona realizó un magnífico partido en el estadio del Nápoles,
en la ida de los octavos de final de la Champions. Era el momento para
hacerlo y lo hizo. Los de Xavi se jugaban mucho en este envite y a fe
que se lo tomaron muy a pecho desde el primer instante. Con esa intensidad les
gustaría a los culés verlos más a menudo, con esa garra y esa predisposición el
primer acto fue absolutamente de los azulgranas. Los napolitanos ni tan
siquiera tiraron a puerta, pero el problema es que el Barça no fue capaz de
sentenciar con tres inmejorables oportunidades, que al final se evaporaron.
Tras
la reanudación el encuentro prosiguió por los mismos derroteros. Ahora los
visitantes seguían acogotando a los italianos, con menos juego bonito, pero con
más verticalidad. Y a consecuencia de tanto ir el cántaro a la fuente al final
llegó el tanto de Lewandowski. El gol ponía justicia poética en el
electrónico, pero a partir de ese momento el Barcelona fue a menos. No fue a
buscar el segundo, ni tan siquiera se puede aseverar que mantuvieron la misma intensidad,
así que esa relajación se veía que se iba a acabar pagando. Y así fue, tanta
concesión que al final Osimhen la cogió en el área, tras zafarse de Íñigo
Martínez y conseguí empatar el duelo. Un disparo entre los tres palos y un
gol, inmejorable bagaje para los de Francesco Calzona. Así que todo lo
sembrado se fue al garate en un instante. Y es que ya se sabe que el que perdona
lo acaba pagando. Queda el consuelo del buen marcador que se traen para la
vuelta y que visto lo visto el Nápoles no parece demasiado inquietante.
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