El
FC Barcelona cayó en su propio
estadio por 1-2 ante un Madrid que
no demostró nada del otro mundo, pero al que un par de destellos de Vinicius, una contra culminada por Alaba y un poco más de pegada que su
eterno rival, le bastó, y casi sobró, para imponerse a un equipo azulgrana que
no está para enfrentarse a equipos consolidados y contrastados, ni de aquí ni
en el viejo continente.
Lejos
quedan los clásicos en los que se palpaba la emoción en el ambiente, la
rivalidad elevada a la enésima potencia. Poco o nada resta de aquella
efervescencia futbolística que contagiaba a propios y extraños. Hasta uno
extraña un tanto los duelos Messi-Mourinho.
Sí, sí, han leído bien: Mourinho. Cualquier clase de picante vale con tal de
poner salsa a los últimos muermos Barça-Madrid en los que cualquier tiempo
pasado fue mejor.
Un
Camp Nou en hora vespertina observó
como los de Koeman no están para pelearle
nada a nadie en la presente temporada. Duelos ganados en la última década
siempre tenían como común denominador un Barcelona con los mejores en la
delantera y con una medular excelente. Aquí no se dio ni lo uno ni lo otro. Los
puntas no definen y los mediocampistas no dan la talla. Solo basta ver que a
los blancos les basta con unos veteranos Modric
y Kroos para comerte la tostada en
la sala de máquinas.
Y
eso que todo pudo haber dado un giro de 180 grados si Dest, un buen lateral reconvertido a extremo sin pegada, hubiese hecho
lo fácil, empujar un balón a las mallas cuando estaba solo delante de Courtouis. El norteamericano escogió el
camino difícil: tirarla a la tercera gradería. El que sí la colocó junto al
palo, con contundencia y determinación, fue Alaba, para inaugurar el
electrónico, justo cinco minutos después. Temblaron los cimientos del Estadi, por el zapatazo del central y
por lo complicado de revertir el marcador.
Tras
el paso por vestuarios salió el Barça con un punto más de intensidad. Le sirvió
para inquietar a los de Ancelloti,
para enardecer un tanto a los aficionados y poco más. El juego de conjunto se
fue diluyendo y ni los cambios, ni Coutinho,
ni la apuesta por el tronco Luuk de Jong,
fueron suficientes para igualar la contienda. Lucas Vázquez asestó el golpe definitivo en el último minuto, y ya en
el 96 Agüero convertía su primer gol con la zamarra azulgrana, para dejar el
1-2 definitivo y lacerante. Como ya dijo Piqué
la temporada pasada “hemos perdido contra el peor Madrid en años”. Pues
eso, más de lo mismo.
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