Horrible
partido el disputado por el FC Barcelona en Montilivi. Sí,
ese Girona-Barça que el ínclito presidente de La Liga,
Tebas, quería que se jugase en Miami. Los azulgranas no dieron una a
derechas en toda la tarde. Nunca le ha sentado bien al Barça jugar después de
comer, pero es que hoy fue un equipo pequeño, sin
motivación, sin juego trenzado, sin chispa, sin control del tempo de
partido, con numerosas pérdidas, con un Coutinho pésimo,…
y lo más grave es que los de Eusebio fueron superiores cuando
jugaron con once y también con diez.
Y es que este partido era el prioritario, pues Valverde
venía de reservar en Copa a Messi y unas cuantas vacas
sagradas más. Ni por esas se vislumbró un conjunto con frescura. Sí
se apreció en los gerundenses, que venían de un sobreesfuerzo en el
Bernabéu y a pesar de eso y de jugar media hora con uno menos
fueron superiores a su rival.
Semedo
a los nueve minutos adelantaba a los visitantes tras una jugada
embarullada en el área, que lateral portugués resolvía con un zurdazo al fondo de
las mallas. Stuani contestó de inmediato, pero Ter Stegen
tenía la tarde inspirada. Pons y
Granell sustentaban la medular rojiblanca con acierto y los
Busquets y compañía sufrían a la hora
de sacar el balón jugado. Los culés acabaron pidiendo el descanso,
pues el empate se mascaba en el ambiente.
Tras
la reanudación una rigurosa segunda amarilla a Bernardo ponía
muy cuesta arriba la remontada a los locales. Aún con diez
ofrecieron mejores sensaciones que el líder, hasta que en el 69
emergió la conexión Alba-Messi, y el argentino nos dejó una perla
al picar el balón ante la salida de Bono. Era la sentencia, el
Girona estaba extenuado y el Barça contemporizó. Al recital de
fallos de Coutinho se unió Suárez, pero ya era
intrascendente, puesto que la victoria no se le iba a escapar al
Barcelona.
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