Había comenzado mal el FC Barcelona en Anoeta, como en la
última década, con un apocamiento ante la Real
Sociedad en juego y en resultado. Los txuri-urdin
se imponían en control, posesión y goles, 2-0 le metían a un Ter Stegen que no se acordaba de la
última vez que encajaba por partida doble. Eusebio sorprendió con la inclusión
en el once de Canales y Juanmi, ambos fueron los mejores de
los locales. Mientras Valverde
dejaba en el banco a Iniesta y el estilo de toque y dominio se diluyó un tanto
con la ausencia del manchego.
Tardó el Barça en reaccionar a los
goles de Willian José, de perfecto
cabezazo picado, y de Juanmi, tras brillante asistencia de Canales. Pero cuando
lo hizo golpeó con un tanto de Paulinho,
que hizo de "9", mientras que Suárez
cambiaba las tornas y en este caso le asistía para acortar distancias antes del
descanso, en el 39. La octava diana del brasileño y primordial para los suyos.
En la reanudación los azulgranas
salieron en tromba, con un Messi en
plan director de orquesta y un Luisito Suárez pletórico. El uruguayo fue un
torbellino de lucha, pasión y calidad. Marcó dos tantos en veinte minutos y
desarboló a la defensa blanquiazul con su intensidad y su tesón. Y con clase,
muchísimas clase. Fueron dos golazos con toques exquisitos, con sutiles
movimientos de tobillo que harían correrse a cualquier delantero que se precie.
Al alcance solo de los elegidos.
Pero faltaba el orgasmo final, cuando
Messi se largó una rosca de falta desde 30 metros, que obligó a Rulli a hacer la estatua acompañando
con la vista al esférico que se colaba por toda la escuadra. Mágico una vez más
el pichichi de la liga con ese broche de oro que suponía el 2-4. El Barça le
dio la vuelta al marcador, remontó con la solidez del líder que es para romper
la maldición de San Sebastián y acabar la primera vuelta como campeón de
invierno e invicto.
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