Era un marcador lastre el que tenía
que levantar el Atlético de Madrid
en el Camp Nou. Ese 1-2 de la ida
ponía muy a favor el pase del FC Barcelona,
pero lo tuvo que sudar. Acertó Luis Enrique en decir en la previa que
"iban a sufrir los 90 minutos", fue lo único que atinó, porque el
planteamiento no fue el más correcto. Simeone le dio sopas con honda. Preocupante
hecho que se viene repitiendo en los últimos partidos, Betis y Athletic Club
también acogotaron a los culés, pero cometieron idéntico error que los colchoneros
hoy: la falta de pegada.
Tampoco hay que cargar todas las
culpas sobre el técnico. Que Sergi
Roberto esté canalla en lo que va de año, o que André Gomes lo esté durante
toda la temporada, no ayudan a ninguna táctica que se precie. Eso sí, todas
estos aspectos negativos se compensan sobremanera cuando tienes a los dos
mejores delanteros del mundo: Messi y Luis Suárez.
Ambos solucionaron el pase a la final, el primero se regateó a medio "Atleti" para soltar un zurdazo desde la frontal, que repelió Moyá en primera instancia,
pero que remachó el uruguayo al fondo de las mallas en el 43. Antes los
visitantes habían dominado el encuentro de cabo a rabo.
Tras la reanudación cambió el
decorado, el Barça comenzó mandando, con el 1-0 todo parecía más llevadero,
pero la absurda expulsión de Sergi Roberto metió el miedo en el cuerpo al Estadi. Carrasco se empeñó en devolver la tranquilidad a la parroquia culé,
auto expulsándose, estilo Sergi Roberto. Messi quería poner más cloroformo al
duelo, y casi lo consigue enviando un lanzamiento de falta al larguero. El "Cholo" metió más madera: Correa y Gameiro. Este falló un penalti, pero empató el choque minutos después.
Corría el 83 y restaban una docena de minutos no aptos para cardíacos. La
expulsión de Luis Suárez dejó con nueve al equipo y sin respiración a los aficionados. Pero el marcador
ya no se movería y el 1-1 clasificaba al Barcelona para su cuarta final de Copa
del Rey consecutiva.
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