Tras una década el FC Barcelona rompió el maleficio de
Anoeta, donde no ganaba nunca, solo empataba o perdía. 1-0 se impuso a los
txuri-urdin bajo el gélido clima de San Sebastián. El cambio de tendencia
podría ser la noticia destacada, pero no lo es, porque deja paso al llamativo
lloriqueo de los jugadores y aficionados de la Real Sociedad, inclusive algún dirigente del PP local también hizo
cagar con declaraciones más propias de nenazas plañideras que de unos
aficionados coherentes. Llama poderosamente la atención, para más inri, que el gran
perjudicado fue el Barça, con dos penaltis no señalados por el ínclito González
González, clarísimos ambos, uno a Neymar y otro tras disparo de Gerard Piqué que paró el defensa
Raúl Navas.
Haciendo abstracción de las protestas
de los impotentes jugadores locales el duelo fue de la máxima intensidad, con
poco brillo futbolístico y no demasiadas ocasiones, en el que lo único claro es
que la victoria de los catalanes fue totalmente merecida, se mire por donde se
mire. Neymar fue el mejor sobre el césped vasco, desequilibró con sus regates,
volvió loco a su par, Elustondo, y ejecutó las mejores acciones del encuentro.
Amén de materializar el penalti cometido sobre él mismo, y que Messi le dejó
transformar el que a la postre sería el tanto de la victoria.
En la segunda mitad, ya sin Iniesta
por lesión en el sóleo, el Barça supo aguantar el empuje de los donostiarras
-en el campo y en la grada-, templó el partido, algo menos tras la ausencia del
manchego, y contuvo los escasos arreones de los de Eusebio Sacristán. Ese saber
ponerse el mono de trabajo cuando un estadio tan exigente como este lo demanda
hizo que los visitantes se llevasen un valioso triunfo, que les permitirá
afrontar con mayores garantías la vuelta en el Camp Nou dentro de una semana. El acceso a las semifinales de esta Copa del Rey está más cerca para los azulgranas.
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