La paradoja Isco-Modric-Kroos

Cuando todavía colea la victoria del FC Barcelona sobre el Madrid del pasado domingo, queda el sabor dulce de los tres puntos sobre el eterno rival, pero también el regusto amargo por la pérdida del control del tempo del partido desde la medular. El Barça se vio superado durante diversas fases del duelo con las mismas armas que lo convirtieron en el mejor equipo de la historia del fútbol: el control del esférico y el toque rápido y sutil, a modo de rondo.

El Madrid se impuso claramente en el medio del campo, hasta que le aguantó el físico, sí, pero se hizo valer durante muchos minutos con triangulaciones y el otrora tiqui-taca barcelonista. Comandados por Modric y con las colaboraciones inestimables de Kroos e Isco, los merengues cambiaron los papeles en el clásico, dejaron de lado el pelotazo y el juego al contragolpe, para coger la manija del partido de la mano de estos tres auténticos jugones.

Maravillosos centrocampistas que, paradójicamente, son o al menos fueron culés reconocidos, como el croata y el malagueño, o bien sintieron gran admiración por el fútbol-arte del Barça de Guardiola, caso de Tony Kroos. Y cuando todo parecía, así, más propicio para que acabasen vestidos de azulgrana, terminaron tomando el puente aéreo, para jugar en La Castellana, para deleite de los madridistas y para tirones de pelos de los que vislumbrábamos su ADN Barça.