Como
si fuese un espejismo el buen partido realizado por el FC
Barcelona ante el Villarreal. El equipo de Setién volvió a dar
la de arena ante un pobre Espanyol. Nada que ver con la
esencia del fútbol de salón a la que nos tenía acostumbrados el
Barça de otras épocas y de la que nos dejó unas pinceladas hace un
par de días en La Céramica. Sí, venció por 0-1 en el derbi
catalán, pero dando una paupérrima impresión y dejando mucho que
desear. Sí, mandó a los periquitos a Segunda División, pero el
juego fue tan descorazonador, que casi ni se le dio importancia a ese
hecho tan significativo.
No
dan con tecla, y ya casi no hay tiempo material. LaLiga se
escapa indefectiblemente. Los blanquiazules querían despedirse de
Primera, al menos con honra, y lo consiguieron en su RCDE
Estadium. Bien dispuestos sobre el césped, ordenados y con
pundonor, provocaron el desconcierto en el rival. Las mejores
ocasiones de gol eran locales. El mundo al revés, el colista era
superior a todo un Barcelona. Luis Suárez estaba incisivo,
pero tampoco lograba mover el marcador, ni tan siquiera disparar
entre los tres palos, al igual que el resto de sus compañeros. Así
pues, se llegó al descanso con el 0-0 inicial.
Tras
la reanudación los visitantes pusieron algo más de empeño. Hacerlo
peor era imposible. Saltó al campo Ansu Fati, que no duró
mucho, pues una entrada fuerte a Calero devengó una roja merecida.
En el siguiente lance otra fea entrada de Pol Lozano acababa con el
mismo resultado y dejaba a los dos equipos con diez jugadores. En el
minuto 56 llegó el gol de Suárez, tras jugada trenzada del tridente
culé. Los pericos buscaron desesperadamente la igualada. Casi la
encontraron y posiblemente la merecieron. Pero no llegó. El Barça
siguió arrastrándose por el césped y pidiendo la hora, como si el
título de liga no fuese con ellos. Una imagen demasiado triste para
un equipo tan grande.
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