El
FC Barcelona, con cambio de entrenador, volvió a dar un pobre espectáculo,
que dista mucho del que todos esperábamos, tanto fans como detractores. El
reemplazo del técnico no fue el revulsivo deseado. Quique Setién,
flamante nuevo entrenador azulgrana, no dio con la tecla para iniciar el
anhelado proceso de mejoría. Sí es cierto que la victoria frente al Granada (1-0)
tiene que servir como el inicio de algo positivo, pero eso lo dirá el tiempo.
Algo de lo que en Can Barça no sobra.
También
es verdad que Setién parece que tiene intención de continuar con la
doctrina del mítico Cruyff, y para ello necesita utilizar a todos los
peloteros disponibles. En este estreno en el Camp Nou no disponía de dos
de ellos: De Jong, por sanción, y Arthur, que salía de una lesión
y solo disputó los minutos postreros.
Saltaron
los andaluces perfectamente posicionados al césped del Estadi, y lo pusieron
muy, pero que muy complicado. El entramado defensivo con once hombres por detrás
del esférico fue muy difícil de desenmarañar para los locales. El Barcelona tocaba
y tocaba la pelota, con intención de defender con ella, pero no se veían líneas
claras de pase, y el juego era demasiado horizontal. La posesión de los culés,
que en algunas fases de juego se acercó al 90%, no intimidaba a los visitantes,
que se manejaron como pez en el agua.
Tras
la reanudación el Barça buscó la portería contraria con más ahínco, llegaron
algunas ocasiones, que Griezmann o Messi no supieron aprovechar.
Hasta que en el minuto 76, cuando el Granada jugaba con uno menos por expulsión
de Germán, el canterano Riqui Puig, que había entrado hacía escasos
minutos, presionó al lado del córner izquierdo, robó el balón e inició la
jugada que acabaría en la asistencia de espaldas que Vidal le dio a
Messi para anotar el tanto que a la postre valdría el triunfo -el primero de la
era Setién- y mantener el liderato de LaLiga.
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