Cayó
el FC Barcelona (2-0) en su visita al Valencia, y lo hizo con
estrépito, pues el resultado pudo y debió ser más abultado. Una manita tampoco habría
extrañado a nadie, pues Ter Stegen se convirtió en un valladar en los
primeros 45 minutos y consiguió mantener su portería a cero, a pesar del
constante acoso que sufrió por parte de los “ché”. Por cierto, una primera
mitad desastrosa de los azulgranas en los que tocaron y tocaron, sin
profundidad y sin peligro alguno contra la meta de Doménech. Solo Messi
se salvo de la quema, ya que fue el único de los suyos que lo intentó.
No
acaba de cuajar, ni de arrancar, el concepto de Setién. Las dos victorias
por la mínima ante Granada e Ibiza, sin convencer a nadie, fueron
el preludio del varapalo contra el Valencia. Una ración de realidad que puso al
Barça en su sitio, y para colmo, perdiendo el liderato. El tiqui-taca
malentendido de los culés aburre a las ovejas y deja muchas dudas sobre el
devenir de la temporada, por mucho que ahora se busque un nueve a contrarreloj.
El delantero centro no va a solucionar los males, ni mucho menos si se llama Rodrigo.
Un tipo criado en la cantera madridista, con poco gol, no mucho fútbol y con
ganas de firma su último gran contrato cuando está a un mes de cumplir 29 años.
Los
de Celades fueron superiores a lo largo y ancho del duelo. Su juego
directo y vertical de los locales noqueó al Barça, que no se levantaron de la lona
más que al inicio del segundo periodo. Ni tan siquiera el penalti parado por
Ter Stegen supuso acicate alguno para relanzar a los catalanes. Coquelin y
Kondogbia camparon a sus anchas por la medular. El juego por bandas de los
blancos fue vertiginoso y surtía de buenos balones a los puntas. Maxi Gómez
los aprovechó para clavar dos chicharros en el 48 y en 77 que golpearon la línea
de flotación barcelonista hasta hundirla. Nos gustaría equivocarnos, pero quizás
el problema es que no hay peloteros para realizar "jogo bonito". Y
probablemente Valverde lo sabía.
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