El
FC Barcelona cedió
un empate a cero, a nada, en el Camp
Nou. Ante el teórico rival
débil del grupo de la muerte de esta Champions.
Tampoco tiene suerte el equipo
de la Ciudad Condal en cuestión de sorteos europeos. Le tocan dos
huesos -Dortmund e Inter- y la supuesta perita en dulce -Slavia
de Praga- es un demonio con cara
de ángel. Fascinante el despliegue táctico y futbolístico que
mostraron los checos en el
Estadi. Defendieron con solidez,
atacaron con cierta solvencia, solo les falló el remate. Las
estadísticas dicen que son el equipo que más corre de este torneo,
pero es que también es de los que mejor fútbol practican. Sus
llegadas al área rival con seis y hasta siete hombres son dignas de
estudio.
En
la primera mitad los visitantes metieron el miedo en el cuerpo a la
afición culé. Valverde, con un cambio de sistema -dispuso un
4-2-3-1, no supo frenar las acometidas del contrincante. De
Jong no se sintió cómodo en el
doble pivote, al lado de Busquets,
y eso que el holandés sí que jugaba en esa posición en el Ajax.
Tampoco Griezmann logró
conectar ni una sola vez con Messi.
El Slavia era mucho Slavia y se echó de menos a Suárez
para fijar a los centrales. Solo reseñar un disparo de Leo,
que se estrelló contra la cruceta, en una jugada en la que el
rosarino se lo comió y se lo guisó.
Tras
la reanudación el Barça se sacudió el dominio del rival, controló
más el esférico y tuvo las mejores ocasiones para inaugurar el
marcador. La brillante actuación del portero y un gol anulado a
Vidal
por un centímetro de fuera de juego de Messi, impidieron variar el
resultado. En este segundo acto Semedo
ya no entró tan cómodo por la banda derecha, ya que la lesión de
Jordi Alba,
le hizo cambiar de lateral. Los últimos minutos se consumieron con
los azulgranas buscando la meta contraria, pero el electrónico
permanecería inalterado. A pesar de ello seguirá liderando su
grupo.
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