El
FC Barcelona se impuso por la mínima (1-2) en el feudo del
Slavia de Praga y con ello se colocó líder de su grupo de
Champions. No fue un gran partido de los de Valverde,
que se vieron superados en todo momento por los checos. Estos jugaron
con más garra, con más ímpetu, y con un ritmo de presión
altísimo, que, sorprendentemente, no abandonaron durante los 90
minutos largos que duró el choque. O tienen un físico que ni Gómez
Noya o iban colocados hasta las trancas. Vamos a creer en lo primero.
Messi
adelantó muy pronto a los azulgranas, robó un balón cerca del área
rival, regateó un poco, se apoyó en Arthur,
y este le filtró un pase/asistencia descomunal. Leo solo tuvo que
cruzarla al palo largo del portero y con ello acrecentar su leyenda,
marcar en quince temporadas consecutivas en la
Liga de Campeones, algo que nadie
había conseguido hasta la fecha. Discurría el minuto 3 y las cosas
se ponían fenomenal para los visitantes. El
astro argentino dejó paso a Ter
Stegen, llegaba la hora del
lucimiento del meta teutón.
Los
de Trpisovsky siguieron el mismo guión que ante Inter y
Borussia, presión asfixiante, subidas veloces de los carrileros y
buen trato del esférico. Así las ocasiones les caen de maduras. No
fue sin embargo hasta el segundo acto cuando lograron la merecida
igualada de un disparo a bocajarro de Boril. El Barça estaba
a un palmo de besar la lona, pero una jugada de fortuna cambió el
devenir del duelo. Una falta lateral sacada por Messi la despejaba
mal Olayinka, y Suárez sin ángulo la centraba para que el
propio nigeriano la empujase dentro de su propia portería. Era el
gol que supondría la victoria, los tres puntos, el primer triunfo
fuera de casa en esta competición y el liderato del grupo en
solitario.
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