Don
Lionel Messi volvió a impartir un clase magistral. En esta
ocasión ante el Real Valladolid, que se llevó un 5-1 del
Camp Nou. Fue una lección antológica del mejor jugador de la
historia, exhibiendo todo el repertorio del que solo él es capaz de
realizar en todo el planeta fútbol. Regates estratosféricos,
asistencias impensables, goles de genio,… todo un recital del
número uno mundial. Susceptible de incluir en cualquier hemeroteca
balompédica que se precie.
El
argentino ayudó de manera espectacular a la consecución de la
séptima victoria consecutiva. Se le ve recuperado absolutamente,
contento con la pelota y todo esto lo sufrió el equipo
blanquivioleta, especialmente en los primeros treinta minutos de
ensueño, en los que participó en los tres goles y lo rubricó con
un último cuarto de hora de partido, estando muy activo en los dos
últimos tantos del FC Barcelona. Puso el centro en el primero
de Lenglet, asistió a Arturo Vidal en el segundo, anotó el tercero
y el cuarto con un sublime lanzamiento de falta y un trallazo tras
control previo sobresaliente, y dio la asistencia a Suárez en el
quinto y definitivo. Un mito viviente el rosarino.
El
Pucela empezó bien, a pesar de recibir un gol en el minuto dos de
juego. No se descompuso e igualó la contienda en otra jugada
similar, a la salida de un corner, por medio de Kiko Olivas. Se las
prometían muy felices, pues ya habían empatado en el Bernabéu,
pero los castellanos, que llevaban cinco partidos sin conocer la
derrota, solo pudieron contener media hora a un Messi desatado. El
Barça sigue sin jugar bien, ni tan siquiera bonito, pero sigue el
ritmo que marca su estrella. Da igual que tenga al lado a Ansu Fati,
como si luego sale Griezmann, ambos pasan inadvertidos ante el
refulgente brillo del capitán azulgrana. Así que tira millas,
manita al Valladolid y que pase el siguiente.