Para
no variar y seguir con la tradición el FC Barcelona volvió a
pasearse por el Bernabéu (0-1), un estadio que nunca había
visto a un equipo imponerse con tal autoridad y menos aún cuatro
veces consecutivas. Y es que los azulgranas le tienen tomada la
medida al Madrid, da igual que jueguen peor como en el 0-3 de
hace cuatro días, que jueguen al tran tran como en este clásico. El
caso es que el Barça no para de ganar a los sufridos merengues, que
han visto como el eterno rival le da la vuelta a la tortilla y y ya
les sobrepasa en victorias en estos duelos (96-95).
Dispuso
Valverde el mismo equipo que el otro día en Copa con la
inclusión de Arthur en lugar de Semedo. Eso se notó, y
mucho. El mediocampista brasileño es como una brújula y al mismo
tiempo un metrónomo. Todo lo controla, lo pausa y lo distribuye con
criterio. En esta ocasión no se necesitó ni tan siquiera pegada
para derrotar a los blancos. El tridente conformado por Messi,
Suárez y Dembélé,
no fue excesivamente decisivo. De hecho el tanto del triunfo surgió
por el carril derecho de una combinación entre Sergi Roberto y
Rakitic. El croata le ganó la espalda al sobrevalorado
y violento Ramos y la picó con clase ante la salida a
destiempo de Courtois. Con esta mínima ventaja visitante se
llegó al descanso.
Tampoco
Solari modificó el equipo que cayó 0-3 contra el Barça,
ubicó el mismo once con la inclusión de Bale. El galés se
soltó un partido canalla, con una displicencia absoluta y fue
despedido con pitos por su afición. Al técnico interino le funcionó
peor la misma estrategia, pues el Barça ejercició el control del
encuentro y no dejó a los locales sentirse cómodos sobre el césped.
Hubo intercambio de golpes, pero ahí el que se mueve como pez en el
agua es Messi, así que jugó a su antojo la última media hora,
mostrando todo su repertorio. El electrónico permaneció invariable,
al igual que la sensación de que el Barça es infitamente superior
al Madrid, al que ha dejado sin Copa del Rey y sin Liga en tan solo
cuatro días.
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