Venció
el FC Barcelona al
Villarreal por 2-0 en el Camp Nou en una tarde en la que
los locales se presentaban ante su afición con el “run-run” de
los últimos partidos en el Estadi. Y ese “run-run”, ora
que si se escapan puntos en casa, ora que si Dembélé caga
fuera del tiesto, ora que si Coutinho desentona, no beneficia
en absoluto al conjunto azulgrana. Con todo alguna buena noticia
hubo, Gerard Piqué, tras un inicio de campaña dubitativo,
volvió a ser el central con mando en plaza, solvente en la zaga,
soberbio al cruce, dirigiendo a los suyos desde la salida de balón,
y por si fuera poco anotando un gol que valía su peso en oro. Se le
da bien “el submarino” al central catalán, ya nos tiene
acostumbrados a celebrar diana con un fondo de jugadores amarillos
detrás. Hasta se permitió el lujo de desquiciar a su marca, Gerard
Moreno, que perdió los papeles de forma pueril y acabó
sustituido en el tramo final.
Valverde,
que celebraba su partido 400 en un banquillo, dio la confianza a
Dembélé y a Arturo Vidal. Ambos se lo agradecieron
completando un buen partido. El mediocampista sosteniendo al equipo
en la medular y sumándose al ataque en cuanto podía, y el díscolo
francés haciendo lo que se espera de él: regateando en el extremo y
yéndose en carrera de su par. Así en el minuto 36 colocó un centro medido a
la cabeza de Piqué, que esté introdujo en la meta de Sergio Asenjo.
Con esa mínima ventaja en el marcador se llegó al descanso, sin nada demasiado destacable, y
con poco brillo por parte de ambos contendientes.
Tras
la reanudación siguió la displicencia de Coutinho, que escuchó
algún pito. Obviamente los de Castellón adelantaron líneas, pero
el peligro lo llevó Messi con un chut desde fuera del área, y con
un magistral pase filtrado al hueco que aprovechó Aleñá para
anotar la sentencia de preciosista vaselina. El Barça recuperó el
liderato, tras los empates de Atlético y Sevilla, pero le falta
bastante fútbol para convencer.
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