Apeló a la heroica el Fútbol Club
Barcelona en el Olímpico de Montjuic y remontó un partido que se
había puesto muy, pero que muy cuesta arriba. Perdían los locales por 2-0 en el
minuto 80 de partido, y ya con caras sonrientes del Celta, se produjo un
vuelco al marcador de esos que enardecen al respetable y se quedan en la retina
con el paso del tiempo. En 8 minutos mágicos un doblete de Lewandowski y
un gol de Cancelo -a lo Sergi Roberto contra el PSG- dieron una victoria
a los barcelonistas en la que muy pocos creían, dado el serio partido disputado
por los de Vigo, gracias al buen planteamiento de Rafa Benítez.
Antes de tirar de épica los locales
habían realizado un flojo encuentro en el que se produjeron demasiados desajustes,
algún que otro cambio que no funcionó, y también la lesión de De Jong,
que siempre es un hándicap para el juego de los de Xavi. En uno de esos
desfases, Cancelo se quedó lejos del lateral derecho y Koundé no llegó a
la cobertura, Larsen se largó un disparo cruzado espectacular que servía
para adelantar a los celestes. Si con el 0-0 ya estaban parapetados con un autobús
de dos pisos y matrícula de Pontevedra, con la ventaja en el marcador ni te
cuento. Pero es que además robaban el esférico a un espeso Barça y salían a la
contra, combinando perfectamente y metiendo el miedo en el cuerpo a un Ter
Stegen, que tuvo que sacar a relucir sus guantes en más de una ocasión. Con
esta espesura culé se llegó al descanso.
Xavi tenía que agitar el árbol y lo hizo
desde el comienzo de la segunda mitad. Acabó jugando con dos defensas puros y
toda la artillería delante: Lewy, Joao Félix, Yamal, Raphinha,
Tampoco dio buenos resultados, puesto que el resultado era el mismo en el
marcador y en el juego. El Celta seguía a lo suyo y como el duelo era ya un
correcalles, lo aprovecho para trenzar una jugada desde su propia área hasta la
rival para que Douvikas batiese a Ter Stegen de tiro cruzado. Era el minuto
76 y el cansancio o la relajación o la poca fe de los celtiñas, o los tres
factores juntos, propiciaron el último arreón culé. Comandado por Lewandowski,
que acortaba distancias con una vaselina, tras asistencia de Joao Félix, y empataba
el choque tras pase de la muerte de Cancelo. El propio portugués, jugando de
todo menos de “2”, entraba como una exhalación como si de un delantero centro se
tratase, para culminar la remontada, con un tercer tanto que desató la locura
en Montjuic y valía para el triunfo y el liderato de LaLiga. Memorable.
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