El FC Barcelona derrotó al
Madrid por 2-1 en el clásico. Y lo hizo con autoridad, remontando, y por méritos
propios. Decía Ancelotti al final del duelo que sus pupilos no merecieron
perder, es una forma de verlo, pues uno diría que fue todo lo contrario, su
equipo se jugaba la liga, presentándose en el Camp Nou nueve puntos
abajo, y no se vislumbró un Madrid que lo diese todo, un servidor, al menos, no
lo vio. Lo que sí que pareció, contradiciendo al bueno de Carletto, es
que el Barça fue superior a su eterno rival, y lo que no habría sido justo cuando
marcó Asensio en fuera de juego el 1-2 es que los merengues se hubiesen
llevado un partido con un autogol de Araujo, y con un tanto ilegal. Eso
sí habría sido del todo inmerecido. Ahora bien lo del italiano piando del VAR,
que si no ve claro el gol anulado, le deja en mal lugar, y habla a las claras
del grado de nerviosismo que se vive en un club grande cuando no se gana.
Los visitantes triangularon durante
algunas fases del choque, imprimiendo velocidad alta a la circulación de la
pelota, pero estaría bueno que no la tocases un ratito en la medular con jugones
del tipo Modric y Kroos, pero eso no fue óbice para que los de Xavi
fueran más consistentes y ofensivos que los blancos. El Barça, con el empuje de
los aficionados que llenaron el Estadi, buscó la portería contraria
desde los primeros instantes. Courtois se hizo notar, mientras que el “Zamora” Ter
Stegen pasó ciertamente desapercibido. El gol en propia meta de Araujo,
tras desviar con la cabeza un centro de Vinicius, fue una discordancia
con la meritocracia azulgrana. Este clásico sí fue un partidazo, no como el
recientemente disputado en la Copa, donde unos y otros fueron sombras de lo que
son realmente. Raphinha, por ejemplo, dio un recital en ataque, siendo
un incordio absoluto para un Carvajal desbordado. El Barça insistía y
percutía, pero no fue hasta el minuto 45 cuando encontró la igualada, tras
jugada con rechaces en el área y toque de clase de Sergi Roberto al
fondo de la red.
Tras la reanudación el Barça trato de
darle continuidad a esa comunión con la grada. Lo siguió intentando sin éxito,
pero no era el Barça conservador, que ya conocemos cuando va 1-0. Ahora no especulaba,
ni se agazapaba en torno a su portería. Ancelotti metió varios cambios
ofensivos porque no le valía el empate. Casi le sale bien, pues Asensio la
envió ajustada al poste, pero estaba en fuera de juego. Con el partido roto y múltiples
espacios, en el 92 Lewandowsky buscó a Balde, de tacón, en la línea
de fondo, éste sirvió el pase de la muerte y Kessié remató el gol, el
partido y, prácticamente el título de Liga. Derrotando, así, al Madrid, de
nuevo, por tercera vez en cuatro partidos esta temporada.