Se
dirimía la Liga en el Camp Nou entre el líder y el segundo
clasificado, FC Barcelona y Atlético de Madrid, y el
mejor jugador de historia decidió medio torneo para los azulgranas
(1-0). Messi anotó su gol número 600 de un lanzamiento de
falta que valió su peso en oro. Significaba otro récord para el
rosarino, tres tantos de falta en tres partidos consecutivos, algo
solo al alcance de los elegidos, por si fuera poco uno por debajo de
la barrera, otro por el sitio del portero y el de hoy al lado opuesto al del
guardameta. Todo para seguir agrandando la leyenda del más grande.
Jugó
el Barça unos primeros 45 minutos muy serios, similares a los 90 que
realizó en el Metropolitano. Iniesta ponía el orden y
el control del partido y Messi el peligro con sus regates de bandera
y sus incursiones por las inmediaciones de Oblak. Transcurría
tranquila la tarde para la afición barcelonista, pues además los
rojiblancos no creaban ni pizca de peligro, hasta que se resintió el
bíceps femoral del manchego. Saltaron todas las alarmas, pues se
decidían Liga y Champions en escasos diez días. Para colmo el
sustituto fue André Gomes que desesperó al Estadi
y a todos los culés del planeta. Menos mal que Messi ya había
puesto la magia con el golazo de falta y eso daba un plus de sosiego.
Tras
la reanudación hubo dosis de “cholina” en el vestuario y los
colchoneros salieron más enchufados, sabiendo que sus aspiraciones
ligueras pasaban por perforar la meta de Ter Stegen. El
cancerbero germano no tuvo que intervenir en todo el partido, esto
fue señal de que el Atleti, a pesar de su dominio en la
segunda mitad, no tuvo pólvora, ni Griezmann ni
Costa dispararon a puerta, bien sujetos por Piqué
y Umtiti. Simeone, poco a poco, fue despoblando su
medular y su retaguardia al tiempo que acumulaba delanteros, que
tampoco hicieron daño al Barça y así se fue desvaneciendo el duelo
hasta el desenlace profetizado por el mesías Leo.
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