Venía el FC Barcelona de dejar escapar muchos puntos en el Camp Nou, demasiados para un equipo
campeón que aspira a revalidar el título liguero, y mostró su mayor contundencia y su
mejor juego ante el eterno rival metropolitano, un RCD Espanyol que venía crecido dado su buen inicio de campaña de la
mano de Quique Sánchez Flores.
Aburrió la primera mitad al
espectador, un Barça lento en la circulación de la pelota se topaba con un conjunto
periquito que lucía un orden y un saber estar que ponían complicado el trenzar
jugada alguna. A pesar de ello sobre el césped estaba el maestro e que se
sacó un pase en largo milimétrico, para que Luis Suárez la pinchase y cruzase el esférico ante la salida de
Diego López. Con ese pobre escenario en juego y goles se llegó al descanso a la
espera de mejores perspectivas.
Y esas llegaron tras la reanudación
cuando el mejor jugador de todos los tiempos se desmelenó sobre el Estadi. Regateó en una baldosa a cuatro
jugadores blanquiazules y dio un punterazo buscando la excelsitud. Roberto, que
había sustituido al lesionado López, la despejó como pudo, Luis Suárez la remachó
al fondo de las mallas. Pero lo de Messi
no paró ahí, seguía desatado, volvió a regatear a todo el que se puso por
delante y asistió a Jordi Alba para
que este anotase el tercero.
Los de Luis Enrique vivían sus mejores momentos futbolísticos bajo la
dirección de Iniesta y la categoría sublime de Leo. A pesar de estos destellos
fueron los visitantes los que metieron el siguiente, tras rápida contra
culminada por David López. En el último minuto el "10" blaugrana
cerró su brillante cátedra tirando una pared con Suárez, y sin dejarla caer
tiró un caño al portero. Algo solo al alcance de el número uno mundial, que
dejó un magnífico broche para el último encuentro liguero del 2016.
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