Volvió
a tropezar el FC Barcelona con la misma piedra, el Girona FC. Y
repitió idéntica goleada encajada que en la primera vuelta (4-2). Quizás la
diferencia fue un pequeño matiz: que en Montjuic los gerundenses fueron muy
superiores a los azulgranas, y en Montilivi el Barça fue mejor que los locales,
pero un fallo garrafal de Sergi Roberto dando un pase atrás que se
convirtió en asistencia fue el principio del fin para los de Xavi. La cagada
del capitán fue de tal calibre y de tal repercusión que dejó en shock a los
azulgranas, que se hundieron en la lona y encajaron dos goles más cual equipo imberbe
de categoría regional. Les empataron y se quedaron como idos, sin capacidad de
respuesta, atontados. Algo que dice muy poco en favor de Xavi, pues parece no tener
las riendas del equipo, ni cuando dice que se va, ni cuando, por contra, dice
que se queda.
El
Barcelona dominó en el duelo catalán durante más de una hora de juego, y solo
la entrada de Portu en el 65 dio un giro total a la situación. El encuentro
comenzó vibrante. A los cuatro minutos el marcador ya se había movido dos veces.
Se adelantó el Barça con tanto de Christensen de disparo cruzado, y nada
más sacar de centro los de Míchel empataron con gol de Dovbyk de cabeza.
Los rojiblancos, en contra de lo que hacen habitualmente, estaban demasiado
imprecisos con el control del esférico, así que facilitaban que los barcelonistas
llegasen a la meta de Gazzaniga. Sin acierto, eso sí. Hasta que al filo
del descanso Lamine Yamal provocó un penalti de libro, que Hernández Hernández
ni vio, se lo tuvieron que chivar desde el VAR. Lo transformó Lewandowski para
adelantar a los suyos antes de ir a vestuarios.
Tras
la reanudación el Barça todavía jugó mejor, pero fallos groseros, decisiones egoístas
o desacertadas en el último pase, impidieron que un desesperado Lewy sentenciase
el partido. Y cuando peor estaba el Girona llegó el cambio providencial, entró
Portu y el decorado cambió, metió el empate, asistió en el tercero a Miguel, y anotó el cuarto de
un trallazo desde la esquina del área grande. Al Barça le faltó de todo en esa última
media hora maldita, empezando por cojones y siguiendo por personalidad y también
algún veterano que diese un par de gritos. Faltó un entrenador en la banda que
serenase, que cambiase algo. Sobró displicencia, sobró desgana. Ni tan siquiera
la pelea por la segunda posición les motivó, ni tan siquiera regalar el título
de liga. No nos gustó nada de esos 30 minutos finales, se vio una banda sobre
el césped y eso es muy indignante para el culé.
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