domingo, 5 de mayo de 2024

El gigante Barça muestra sus pies de barro en Montilivi

 

Volvió a tropezar el FC Barcelona con la misma piedra, el Girona FC. Y repitió idéntica goleada encajada que en la primera vuelta (4-2). Quizás la diferencia fue un pequeño matiz: que en Montjuic los gerundenses fueron muy superiores a los azulgranas, y en Montilivi el Barça fue mejor que los locales, pero un fallo garrafal de Sergi Roberto dando un pase atrás que se convirtió en asistencia fue el principio del fin para los de Xavi. La cagada del capitán fue de tal calibre y de tal repercusión que dejó en shock a los azulgranas, que se hundieron en la lona y encajaron dos goles más cual equipo imberbe de categoría regional. Les empataron y se quedaron como idos, sin capacidad de respuesta, atontados. Algo que dice muy poco en favor de Xavi, pues parece no tener las riendas del equipo, ni cuando dice que se va, ni cuando, por contra, dice que se queda.




El Barcelona dominó en el duelo catalán durante más de una hora de juego, y solo la entrada de Portu en el 65 dio un giro total a la situación. El encuentro comenzó vibrante. A los cuatro minutos el marcador ya se había movido dos veces. Se adelantó el Barça con tanto de Christensen de disparo cruzado, y nada más sacar de centro los de Míchel empataron con gol de Dovbyk de cabeza. Los rojiblancos, en contra de lo que hacen habitualmente, estaban demasiado imprecisos con el control del esférico, así que facilitaban que los barcelonistas llegasen a la meta de Gazzaniga. Sin acierto, eso sí. Hasta que al filo del descanso Lamine Yamal provocó un penalti de libro, que Hernández Hernández ni vio, se lo tuvieron que chivar desde el VAR. Lo transformó Lewandowski para adelantar a los suyos antes de ir a vestuarios.

Tras la reanudación el Barça todavía jugó mejor, pero fallos groseros, decisiones egoístas o desacertadas en el último pase, impidieron que un desesperado Lewy sentenciase el partido. Y cuando peor estaba el Girona llegó el cambio providencial, entró Portu y el decorado cambió, metió el empate, asistió en el  tercero a Miguel, y anotó el cuarto de un trallazo desde la esquina del área grande. Al Barça le faltó de todo en esa última media hora maldita, empezando por cojones y siguiendo por personalidad y también algún veterano que diese un par de gritos. Faltó un entrenador en la banda que serenase, que cambiase algo. Sobró displicencia, sobró desgana. Ni tan siquiera la pelea por la segunda posición les motivó, ni tan siquiera regalar el título de liga. No nos gustó nada de esos 30 minutos finales, se vio una banda sobre el césped y eso es muy indignante para el culé.

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