No, no fue el monstruo de Leganés. Pero casi. El colista de
LaLiga metió miedo en el Camp Nou al líder de la
misma. Al final se impuso la lógica y el FC Barcelona derrotó
al último de la fila por 2-0. Dieron primero los pepineros, que estuvieron a punto de inaugurar el marcador, de no salvar
Lenglet en la línea de gol un disparo de Guerrero,
con Ter Stegen ya superado. El propio delantero rozó el gol
con un disparo cruzado que salió fuera lamiendo los dos postes .
No
reaccionaban los culés, que salieron con nuevo tridente, Messi,
Griezmann y Ansu Fati. La medular no carburaba y el juego era
deslavazado y anodino. Messi dejaba algún detalle de calidad, pero
no era suficiente, máxime cuando se recordaba la abismal distancia
en la tabla clasificatoria. El Estadi vacío tampoco insuflaba
los ánimos precedentes ni procedentes. Setién, que todavía no ha dado con
la tecla del juego preciosista, ni mucho menos, tragaba saliva desde
la banda. Tuvo que ser Ansu, el que soltase un latigazo vertiginoso
desde la frontal para adelantar a los azulgranas en el electrónico. Discurría el minuto 41 y era el primer disparo entre los tres palos. Paupérrimo
bagaje. Con esa mínima ventaja local se llegó al descanso.
Tras
el paso por vestuarios el panorama no mejoró sustancialmente. Solo
destacar una jugada maradoniana de Messi, que tras regatear a todo el
que se ponía por delante acabó en penalti, transformado por el
propio Leo. Calificar el juego del Barcelona como flojo era casi un
piropo. El mismo fútbol ramplón de antes del confinamiento. Y eso
que el Barça, tras el parón, ha jugado contra dos equipos en posición de descenso. En este sentido se vislumbra una degradación paulatina con
cada cambio de entrenador. El nivel futbolístico va rebajándose a
un escalón inferior: de Guardiola a Luis Enrique, de
Lucho a Valverde, y del Txingurri a Setién. La
única duda que nos queda es si se ha tocado fondo, o cómo decía el profesor Fuentes Quintana sobre la economía española: ¿se puede seguir escarbando?
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