Enorme
el partido que disputaron las dos selecciones ibéricas en su debut en la Copa
del Mundo de Rusia. El estadio Fisht vivió un emocionante e indomable partido
de fútbol digno de un Mundial en el que vimos a La Roja pasar por tres fases,
una inicial con el tembleque de la inauguración, a la que hay que añadir un
cambio de entrenador el día anterior, un intervalo medio en el que se lució,
disfrutó e hizo disfrutar a la afición, y un tramo final en el que se perdió un
tanto el control y en el que llegó la igualada cuando se había trabajado a
destajo por la victoria.
Los
de F. Hierro se repusieron de un penalti en el minuto 4 y de otro tanto al filo
del descanso. Ambos goles de los calificados como psicológicos, si bien no
afectaron a la esencia del combinado nacional. Pero del último mazazo de
Cristiano, al que se aferró Porgutal, ya fue inviable el resarcimiento. De Gea no tuvo el día, cantó en el
segundo y no estuvo a la altura de su caché. En el papel antagónico estuvo
Diego Costa, que se erigió en protagonista con dos goles que devengaron sendos
empates para España.
Tras
el doblete del hispano-brasileño llegó el pepinazo de Nacho que volteaba el
electrónico en tan solo tres minutos. La euforia se instaló en la parroquia
española, no solo por la ventaja, sino también porque España se gustó con el
balón y lo mimó. Iniesta e Isco daban ejemplo con su toque y distinción.
Parecía que la suerte estaba echada pero Cristiano, que no mete una falta al
arco iris, enchufaba el empate ante la estatua De Gea. Tras la tempestad
desatada llegó la calma.
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