Por
un pírrico gol, anotado con la rodilla, derrotó España a Irán en el
segundo partido que disputaba La Roja
en este Mundial. Fue un encuentro que no pasará a la historia del buen fútbol, en
el que Diego Costa con su afán
peleón encontró el premio del gol. Fue un encuentro trabado desde el minuto
cero, con once iraníes colgados del larguero, que ponían en serios apuros a los
de Hierro a la hora de la
circulación del esférico.
Tampoco
puede criticarse tajantemente el planteamiento de Queiroz, los estamos viendo día tras día en los duelos que disputan
las selecciones menos pujantes. Todos atrás, tratando de respetar un orden
sobre el césped y patadón si la cosa se complica. Así vemos victorias por la
mínima a combinados de enorme potencial, o inclusive empates de países que
aspiran a todo.
En
nuestro caso en concreto, haciendo abstracción de que el cargo de seleccionador
le viene grande a F. Hierro, España no están sacando a relucir ese fútbol que
nos ha llevado a Rusia sin perder un solo encuentro en la fase de calificación,
ni tan siquiera en amistosos previos. Iniesta
y Silva no están finos, incapaces
de encontrar espacios se pierden en la maraña de jugadores rivales. Solo Isco, a cuentagotas, exhibe su calidad
de vez en cuando. Ante Irán se trató de abrir el campo con la inclusión de Lucas Vázquez, pero ni por esas. No funcionó y al seleccionador se le apagaron
las pocas luces que tiene.
Un
tanto de Costa, tras pugnar por un balón en el área, devenga un escaso bagaje
para una selección que aspira a todo. Eso sin contar con que tocó sufrir cuando
los asiáticos buscaron la igualada y casi la consiguieron si no es por el VAR
que les anuló un gol en fuera de juego. En definitiva, solo queda mejorar. Y
ese avance hay que verlo ya ante Marruecos.
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