Si
ya se tenía claro que el uso de la tecnología es determinante en el resultado
de los partidos, en la noche del lunes quedó patente lo decisivo y cambiante
que puede llegar a ser el susodicho VAR. A falta de escasos minutos para la conclusión de
los duelos España-Marruecos e Irán-Portugal los de La Roja estaban condenados a
tener unos cruces durísimos y los lusos a transitar por un camino de rosas. Una
duda sobre un fuera de juego de Iago Aspas y un penalti en contra de Portugal
fueron examinados con lupa durante varios minutos por jueces, árbitros y pantallas
varias. El resultado es de todos conocido, muy favorable para los de F. Hierro y
fastidiado para los Cristiano y compañía. Todo esto en teoría, solo en teoría,
que luego hay que jugar y pasar.
Y
eso que en minuto 12 ya se le torcieron las cosas al combinado nacional tras el
gol de Boutaib, menos mal que Iniesta e Isco se las ingeniaron para igualar la
contienda con el tanto del malagueño. El empate les dio alas y se vieron los
mejores minutos de los nuestros. Hasta el denostado De Gea se animó e hizo su primera parada
en este mundial. A pesar del dominio el gol no llegó y la igualada se mantuvo
al descanso.
Tras
la reanudación La Roja salió con una torrija del quince. Marruecos parecía
Alemania y nos daba un repaso. Amrabat enviaba un misil a la cruceta y Hierro
no reaccionaba, hacía la estatua desde el banquillo, la misma estatua que hizo
De Gea en la segunda diana marroquí, tras cantada de Ramos en el marcaje a
Nesyri, que este aprovechó para adelantar a los suyos en el 80. Aspas y Rodrigo
buscaban el empata en una delantera renovada. Fue Iago el que lo lograba de
espuela. Tanto anulado en primera instancia por el árbitro, pero que el VAR
concedía justamente. España ya era primera y jugará, esperemos que mejor, los
octavos contra Rusia, el anfitrión, el próximo uno de julio.