El horario vespertino no le sienta
bien al FC Barcelona, se atasca en demasía. No sabemos si lo vieron por
televisión muchos chinos, pero si lo hicieron acabaron con los ojos más
rasgados, aún, de aburrimiento, porque nos aburrimos los chinos, los españoles
y hasta las ovejas. Sesteó el Barça en la primera mitad, mucho toque plano, en
horizontal, sin profundizar ante un Málaga numantino, con línea de cinco atrás,
y a veces hasta de seis. Y ese amalgama de boquerones se le atragantó al
conjunto catalán, más si cabe sin Messi y sin Luis Suárez, que es mucho decir.
En la segunda mitad Neymar tomó las
riendas, hizo todo lo que no había hecho en los 45 minutos iniciales, regateó,
desbordó, jugó e hizo jugar, en definitiva se echó el equipo a la espalda, lo
que se pide a un jugador franquicia de su calibre. Hasta le sacó la roja a un
madridista resentido como Diego Llorente, por una entrada criminal. Pero ni por
esas, los de Juande ya se habían encomendado a San Kameni, y el portero
nigeriano le volvió a cerrar la puerta a los azulgranas, como ya hiciera en
otras ocasiones. Con paradones a Piqué, que para entonces ya jugaba de
delantero centro, ante la inoperancia de Paco Alcácer, a André Gomes, y al
propio Neymar.
El 0-0 final reflejó bien a las claras
el quiero y no puedo, un Málaga encerrado luchando como bellacos por un punto,
y un Barça con diez tíos atacando que no pudo, ni supo cómo batir la meta
andaluza. Y como afirmó Piqué al final del duelo: "no hay excusas".
Lógico si pensamos en el presupuesto de unos y otros, y la burrada de millones
que se ha gastado el conjunto culé en buenos jugadores, solo buenos, pagados a
precio de crack. Y mientras tanto el Atleti no pudo frenar a un Madrid, que ya
se escapa a cuatro puntos. Toca mejorar, no queda otra.
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