Volvió el FC Barcelona a la senda de las remontadas con las que nos deleitó, e hizo sufrir a partes iguales, en el final de la temporada pasada. Esta vez el truco final lo realizó en el campo del Levante, un recién ascendido, con pretensiones, que quiso subirse a las barbas del actual campeón de LaLiga, y que casi lo consigue. Al menos dio el susto a la parroquia culé, tras adelantarse con un 2-0 en el marcador, que asombró a propios y extraños. Los pupilos de Flick comenzaron con intensidad y con la incisión propia de dos extremos de relumbrón, como Lamine Yamal y Marcus Rashford, ambos se iban de sus pares y propiciaban peligro por sus respectivos flancos. Pero hete aquí que los azulgranas locales se plantaron delante de Joan García, y con un requiebro de categoría de Iván Romero, que rompió la cintura de Cubarsí, inauguró el electrónico con un gol de gran nivel. El Barça buscó la igualada con dominio y profundidad, pero fallaba en la definición. El error más clamoroso lo firmó Ferrán Torres, que envió el esférico a las nubes cuando disparó a bocajarro solo desde diez metros.
El
Levante buscaba el atrincheramiento con el 1-0, aún con más ahínco que lo hacía
cuando el duelo estaba en tablas. Lo que no contaban era conque arbitraba Hernández
Hernández, un colegiado mediocre, que pitó un mano de Balde como
penalti, cuando no era punible, de ninguna de las maneras. Lo grave del asunto,
es que este mismo colegiado -de ingratísimo recuerdo para el Real Valladolid-
fue el que hace escasos tres meses no sancionó penalti en una mano más clamorosa
que esta, de Tchouameni en un clásico, cuando el balón iba a gol directo. En ambas
manos le avisó el VAR, pero siendo más flagrante la de Tchouameni, se lavó “las
manos”, y en este caso se le vio el plumero, y sancionó el penalti en el minuto
47. Lo transformó “el chulillo” Morales, con aires inequívocos de la
cantera madridista, como que había marcado el gol que daba una Champions,
y así se llegó al descanso.
Flick
repartió “flickina” en
el vestuario, y obviamente agitó el avispero, sacando su arsenal ofensivo. Y
volviendo al esquema más reconocible que le dio éxitos en la pasada campaña.
Pedri, el mejor del partido, soltó un zapatazo desde más allá de la frontal,
que se coló por la escuadra, en el minuto 49, allanando así el camino de la
remontada. Refrendó la misma, tres minutos después, Ferrán Torres, que ahora no
perdonó, y batió al meta Campos, a la salida de un córner. A partir de
ahí los visitantes buscaron la victoria, pero el tanto no llegaba, a pesar del
dominio culé. Tuvo que ser en las postrimerías del duelo cuando un balón
centrado por Lamine, con música, con clase, y con temple, lo rematara de cabeza
Elguezabal en propia meta, poniendo el 2-3 y la justicia poética en el
marcador.
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