No se sabe si es normal o no, pero el
caso es que cuando uno ha ganado la Liga se relaja de tal manera que un equipo
casi desahuciado y con un pie en Segunda te pega un meneo como si fuese el
Bayern en sus mejores tiempos. Al FC Barcelona le pasa esto. Ha entrado
en un estado de relajación tal que el Real Valladolid le puede pegar un
repaso de tomo y lomo. Y no, no es Anfield, es el José Zorrilla. Pero también
entra dentro de la lógica si tu planteamiento estrella es ubicar a Eric García
de mediocentro. Te caen hostias por todas partes. Y ya se sabe que el ex del City
lo puede hacer mal en cualquier posición, pero en el medio del campo es un absoluto
desastre. El que más sufre esta desmotivación conjunta es el bueno de Ter
Stegen, que podía tener en su portería un récord para la historia, y se va
a tener que conformar con un récord compartido.
Todo empezó a torcerse a los dos minutos
de juego, para mayor alegría de la afición blanquivioleta Christensen
introducía el esférico en su propia portería, al tratar de despejar un centro
de Machís que llevaba veneno. Aún así los de Xavi trataban de jugarla y
llegaban al área de Masip. La tuvo Rapinha, pero acto seguido
Eric García hizo un penalti que casi ni fue, pero hasta un servidor lo habría
pitado dadas las nulas protestas del propio jugador culé. Ni sangre para discutir
esa polémica decisión arbitral. El 2-0 anotado por Larin ponía las cosas
muy cuesta arriba para un equipo visitante apático, y solo habían transcurrido
veinte minutos de juego. Parecía que los azulgranas iban por buen camino para
finiquitar la racha de cinco derrotas consecutivas de su rival.
Tras la reanudación entraron Kessié e
Iñaki Peña y como se preveía con esta pareja tampoco hubo un cambio sustancial.
Las lesiones de los locales Joaquín y Mesa no les mermaron un
ápice, de hecho, acariciaron el tercer gol cuando el centro de Gonzalo Plata
se estrelló en el palo. Sí lo encontró el propio Plata tras asistencia de
Larin. En principio se anuló por fuera de juego, pero no, ahí estaba de nuevo Eric
García para romperlo. El marcador ya era bochornoso para todo un Barça campeón,
así que el pichichi Lewandowski decidió maquillarlo con un tanto
en el 84. Si bien no lava esa penosa imagen que dejó en Pucela y que bajo
ningún concepto puede permitirse todo un Barcelona.
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